Alexander y Aurora permanecieron un momento más en el escritorio, disfrutando de la paz y el compromiso renovado que su encuentro íntimo les había traído. El aire en la oficina, antes cargado de tensión laboral, ahora vibraba con la pasión.
Aurora se levantó, sintiéndose más ligera y segura. Mientras se arreglaba el cabello, le contó a Alexander sobre su enfrentamiento con Victoria en el colegio.
—Necesitas saberlo, Alex. Esa mujer estaba en la entrada del colegio, esperándome. Quiso intimidarme, pero no se lo permití —dijo Aurora, ajustándose la blusa.
Alexander, que se estaba abrochando la camisa, se quedó inmóvil. Su rostro, que un momento antes estaba relajado por la pasión, se oscureció de ira.
—¡Maldita sea! —Alexander golpeó el escritorio con el puño cerrado, haciendo temblar los documentos esparcidos—. ¿Se atrevió a acercarse al colegio?
—Sí. se atrevió a llegar como si nada hubiera pasado, como si tuviera todo el derecho a estar allí, pero no te preocupes mi amor, le dejé