Aurora llevó a Max a la consulta de la terapeuta infantil, la Dra Elisa, el consultorio era un lugar luminoso y tranquilo con paredes pintadas de colores suaves. Después de un rato a solas con el niño, la Dra invitó a Aurora a pasar.
—Max es un niño increíblemente inteligente, señora King —comenzó la terapeuta, ajustándose las gafas—. Es astuto y muy perceptivo, lo cual hace nuestro trabajo un poco más complejo.
—¿Complicado? —preguntó Aurora, su frente ligeramente arrugada por la preocupación.
—Sí. Estuvimos abordando el tema de su madre biológica —explicó la Dra consultando sus notas—. Sus pensamientos sobre ella son muy claros, a pesar de su corta edad. Le pregunté qué sentiría si algún día pudiera conocerla.
—¿Y qué le dijo?
—Él no la recuerda, señora King. Y dejó muy claro que no quiere conocerla.
Aurora suspiró, el corazón encogido.
—Le pregunté si su padre le había hablado mal de ella, o si alguien lo había presionado, y él lo negó rotundamente. Sin embargo, hay una afect