**ANDREA**
Siento las manos heladas mientras sostengo el celular. Me tiemblan, como si no fueran parte de mí, como si también estuvieran asustadas. El brillo de la pantalla lastima mis ojos, pero no puedo apartar la vista. Ese mensaje sigue ahí, fijo, impasible, como una bomba a punto de estallar. No es solo un texto. Es una imagen. Una página. Una que reconozco de inmediato porque la escribí yo, con mi puño y letra, creyendo ingenuamente que nadie la leería jamás.
Mi corazón retumba en mi pecho con una fuerza casi violenta, como si quisiera advertirme de algo que aún no logro comprender del todo. Intento respirar hondo, pero el aire no llega, no me llena los pulmones, y esa falta me desespera aún más.
—¿Dónde lo dejé? —musito, apenas con voz—. ¿Quién pudo haberlo tomado? ¿Cuándo fue la última vez que lo tuve entre las manos?
Repaso mentalmente los lugares, las fechas, los momentos… como si al juntar cada uno pudiera reconstruir la verdad completa. Pero mi memoria es un rompecabezas d