**VALERIA (NATALIA)**
Días atrás
Me tiemblan los dedos de pura rabia. Miro la sonda clavada en mi brazo como si fuera una burla, un símbolo de mi fracaso. Estoy en una habitación blanca, aséptica, silenciosa. Y sola. Otra vez sola. Con el cuerpo hecho trizas y el corazón rebosando veneno.
Me arde la garganta de tanto tragarme el grito, esa mezcla de frustración, humillación y derrota que me aprieta el pecho. Porque lo intenté todo. Porque se suponía que esta vez sí. Pero una vez más… Santiago no terminó en mi cama.
—¿Cómo diablos es posible? —murmuro, llevándome la mano a la frente, empapada de sudor frío.
No lo entiendo. No tiene lógica. Lo preparé todo al detalle, la dosis era perfecta, medida, infalible. Había planeado cada segundo. Pero fui yo la que terminó en urgencias, yo la que se desplomó. Yo. La que siempre está tres pasos adelante. La que lo controla todo. La que no permite errores.
Y sin embargo… aquí estoy.
Despierta en una cama de hospital, con el cuerpo débil y la digni