**VALERIA (NATALIA)**
Solté su mano justo cuando sus cejas comenzaron a fruncirse, cuando la confusión se dibujó en su rostro como una sombra que reconocía bien... demasiado bien. Esa mirada perdida, ese gesto sutil de duda... era el eco de un pasado que aún me alimenta.
Me giré hacia Camila y, con mi mejor tono profesional, le dije:
—Señorita, tenemos que irnos. En su casa la están esperando.
Camila asintió con la elegancia de quien siempre ha vivido entre privilegios. Subió al auto sin mirar atrás, confiando en que todo estaría en su lugar. Siempre lo está para ella.
Yo, en cambio, di un paso hacia Andrea, que aún me observaba con esos ojos llenos de preguntas que no se atrevía a formular. Hice una leve inclinación de cabeza, un gesto educado, frío, que parecía cortesía… pero era una despedida anticipada. O quizá una declaración de guerra silenciosa.
Luego subí al vehículo y cerré la puerta con calma. No miré atrás. No lo necesitaba. La imagen de su rostro ya estaba grabada en mi me