Capítulo 4

Una vez que Aye sale de la ducha, se viste con camiseta blanca, unos jeans pres rasgados y botas militares. Camina hasta el ordenador y revisa sus correos electrónicos, esperando encontrar alguno que sea de esa persona que ella extraña tanto, tal cual hace todos los días, antes de dormir; luego de levantarse y en cualquier momento del día que esté cerca de su ordenador, sin embargo, como cada día de ese último correo electrónico, de esa persona que ella no puede olvidar, no hay ninguna novedad. Resignada, solo por el momento, porque sabe a la perfección que, aunque diga que va a hacer la última vez que espera un correo de él, va a seguir esperando. Se aleja del portátil, busca una chaqueta y sale sin mirar atrás de su habitación. Al llegar abajo se encuentra con su hermano que estaba atorado con bolsas de gomitas y chocolate entre sus brazos.

—¿Qué haces, enano? —curiosa ella sonriendo.

—Con mamá vamos a ver películas —le responde Lucas.

—Toda esa cosa no es saludable —observa ella.

—Soy un niño —Él se eleva de hombros.

—Y ¿qué se supone que significa eso? —pregunta la joven.

—Qué no soy saludable —bromea el niño.

—Se te van a caer los dientes con tantos dulces —le molesta Aye.

—Eso no es verdad —se queja el niño.

—Pregúntale a mamá —entona con despreocupación—. Y de paso, dile que voy a ver al tío Gaby —dicho eso se gira y sale por la puerta.

Lucas observa todos los dulces que tiene entre sus brazos y camina hasta la sala de estar para encontrarse con su madre que se dedicaba a buscar alguna película de acción como a ellos les gustaba ver.

—Mamá —comienza el niño.

-¿Si?

—¿Si como muchos dulces se me van a caer los dientes? —indaga el niño con preocupación.

— ¿Quién te dijo eso? —cuestiona Lina y por la mirada del niño descubre quién fue—. Sí —suspira y se dispone a tranquilizar a su hijo—. Eso no va a pasar, bueno siempre y cuando seas moderado.

— ¿Qué es moderado? —curiosea el niño.

—Mejor veamos la película y luego hablamos —desvía la conversación la madre.

~~~

Sí, llega a la casa de su tío y es recibida por Noe, la mujer de su tío Gaby. Ella la hace pasar y al notar el nerviosismo de la joven, la conduce hacía la cocina para prepararle un chocolate caliente, tal cual le guste.

—¿Qué está pasando? —curiosea Noe en cuanto le deja la taza frente a ella.

—Tengo que hablar con mi tío —responde la joven.

—Y eso no parece ser algo muy bueno —comenta Noe entrecerrando los ojos.

—Depende para quien —murmura Aye.

—En unos minutos saldrá de la ducha y creo que podrías hablar con él —entona caminando al refrigerador—… con esto —termina mostrando un tarro de helado de mouse de limón dejando olvidado el chocolate caliente.

—Estás diciendo que lo extorsione —adivina ella.

—Quizás —Sonríe Noe haciendo reír a Aye—. Esto va a ayudar a que hables con él con cuidado… Creo —termina diciendo.

— ¿Vas a quedarte conmigo? —le pregunta la joven.

—Vaya, debe ser algo realmente jodido —bromea Noe—. No voy a quedarme, te encargas sola de la bestia que desates.

—Noe —se queja Aye.

—No, niña, todavía recuerdo cuando amenazaste con dejarme pelada si le hacía daño. ¿Adivina qué? No seré yo quien le haga algo —se burla la mujer.

—Eso es muy vengativo —esboza Aye con sarcasmo—. Era una niña, no sabía lo que decía —se excusa.

—Sonabas bastante segura —le hace saber Noe—. Eres una chica ruda.

—No te burles —se queja divertida y ambas se ríen al recordar ese día.

—¿Por qué las risas? —indaga Gaby al llegar junto a ellas todavía con el cabello húmedo por la ducha.

Noe lo observa como hace siempre cuando ve a su marido y Aye gira los ojos al notarlo.

—Solo estábamos grabando cosas —responde Noe sin quitar los ojos de su hombre, mientras él se acerca a su sobrina y le besa la frente.

—Ya, Noe —se queja la joven.

—¿Qué? —pregunta ella con inocencia fingida.

—Deja de mirarlo de esa forma, por Dios —le reprende haciendo reír a Gaby.

—Y ¿cómo me mira? —curiosea el morocho.

—Como si fueras su cena —responde Aye.

—Eso no es verdad —se defiende Noe provocando que los otros dos rían y Gaby se acerca a ella.

—Todavía no es hora de la cena —entona tocando su abultado vientre.

—¡Tío! —chilla Sí.

-¡Sí! —imita su voz el morocho.

—Creo que ustedes tienen que hablar —habla Noe—. Voy a recostarme un poco, esto de estar embarazada no es lo mío. 

—Está bien —le dice Gaby con suavidad antes de darle un dulce beso en los labios—. Descansa.

Noe asiente y sale de la cocina dejándolos solos.

Aye, para hacer un poco de tiempo y también para tomar coraje, se levanta y busca unas cucharas para el helado que le ofreció Noe.

—¿Helado? —le pregunta la joven a su tío agitando las cucharas.

—Por supuesto —sonríe él para luego tomar asiento al lado de su sobrina—. ¿Qué es lo que pasa, Aye? —cuestiona luego de meter una cucharada considerada en la boca.

— ¿Qué te hace pensar que pasa algo? —evade la joven perdiendo toda su dignidad.

—No te burles de mi inteligencia, por favor —le pide él—. Te conozco.

—Bien —asiente ella—. Tengo que contarte algo que para mí es lo mejor que puede pasar en mi vida…

—Después de mí, obvio —interviene él.

—Obvio —asiente sonriendo—. No sé como vayas a tomar lo que voy a decirte, pero ojalá estés feliz por mí, porque va a ser algo muy importante y que va a marcar el resto de mi vida…

—Ya —le cortó él—. Dime lo que pasa, ya que seguramente tu historia no va a ser tan sórdida como mi imaginación —exige.

—Me voy a estudiar a Juilliard —suelta sin más.

—Eso es genial —duda él—. ¿Qué carajo es Juilliard?

—Una universidad en Estados Unidos —responde Noe entrando en la cocina.

—¿Qué? —murmura Gaby—. ¿Qué? —repite con un tono de voz elevado y levantándose de un salto de la silla.

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