Ya no podía escucharla más, no quería saber que ella le daría todas las oportunidades habidas y por haber. Él quería escucharla decir que era un idiota y que ni se le ocurra abandonarla de nuevo, sabe que no la dejará otra vez, pero necesita que ella lo reprenda, que le grite, que le recuerde a cada momento lo que vale. Él está seguro que no puede vivir sin ella, Aye siempre fue para él y él siempre fue para ella, no obstante, quiere escucharla amenazarlo y hacerle promesas de olvido, él necesita eso porque sabe que se lo merece, se merece que desde el momento que ella lo eligió, le esté recordando lo mal que le hizo, lo mal que les hizo a ambos por haberse ido, y por no tener el valor siquiera de ser honesto con él mismo.
Cuando el beso estaba volviéndose más de lo que ellos podían manejar en ese momento, Mateo comienza a alejarse con suaves besos cortos.
—Te amo tanto, Peque, que a veces duele —confiesa sin separar del todo sus labios de los labios de Aye. Ella coloca una mano en su