No sabía con que se iba a encontrar, pero de seguro no se esperaba esa imagen. Kansas recostada en esa camilla, con cables y sondas, su rostro desfigurado por completo; sus ojos hinchados, el derecho más que el izquierdo de un color entre violeta y verde, su labio cortado e hinchado como todo su rostro, su pecho, apenas subiendo y bajando; los brazos que yacen flácidos a un lado de ella, también estaban con hematomas y cortadas. Lágrimas comienzan a caer al verla tan vulnerable y lastimada, su rabia crece al tiempo que se va acercando a ella y encontrando más moratones. Con cuidado apoya su mano en la de ella y enreda sus dedos con los de Kansas. Sin tener más fuerzas, deja salir su llanto apoyando su cabeza contra el pecho de ella. De alguna manera se culpaba, él debía haberla acompañado hasta su cuarto sin importar qué, y no lo hizo, dejó que ella se negara, la dejó sola, parada en frente de la residencia y ni siquiera fue capaz de esperar a que entrara. Había sido un completo idiot