La música sonaba de una forma tan escandalosa, que incluso las copas que se encontraban colocadas sobre la mesa de la barra, listas para ser servidas comenzaron a tintinear y moverse de su lugar.
Nunca había tenido problema alguno con aquel ambiente, pero ese día definitivamente no estaba de humor.
Desde que se había levantado por la mañana, las náuseas y mareos no la habían dejado en paz y eso aunado a la horrible jaqueca que la atosigaba, estaban convirtiendo su día en un suplicio.
Sacó dos pastillas del interior de los bolsillos de su pantalón y se las bebió de un trago, pues incluso hasta su visión comenzaba a fallarle de a ratos.
- ¡Deberías hablar con el señor Carusso!.- Rosario casi gritó para que esta la escuchara por sobre el bullicio.
- ¡Rosi tiene razón!. ¡Tienes muy mala cara!.- Federico secundó a la latina, acercándose a Adhara y posando el dorso de su mano en la frente de la chica, corroborando que la temperatura corporal de esta no tuviera problemas.
- ¡Está bien!. ¡Ya