Adriano revisaba cada parte de la casa con ahínco y su furia crecía con cada nuevo micrófono o cámara escondida en lugares estratégicos que iba encontrando.
Mattia tenía razón: cada movimiento, cada palabra, cada acción, estaba siendo vigilada de cerca por alguien más y ellos estúpidamente nunca lo imaginaron.
- Hermano, ¿Cómo no se dieron cuenta antes?.- Un chico rubio de ojos verdes y gafas cuadradas, preguntó un poco ofuscado, sacando una pequeña camara de uno de los libros en el estante que Mattia tenía en su despacho.
- Porque jamás creímos que habría alguien capaz de morder la mano que le daba de comer Mauro.- Un toque de amargura se filtró en la voz del castaño.
El nombrado negó indignado, no pudiendo siquiera concebir que alguien fuera tan cruel y estúpido al mismo tiempo y se atreviera a traicionar a dos buenas personas como aquellos hermanos.
Mauro guardó sus pensamientos y aplastó el aparato molesto, para luego seguir ayudando a Adriano a buscar y destruir cada uno de esos