Mientras tanto, en la mansión Bourth, una figura inesperada cruzó la entrada principal. La mujer, elegante y con una actitud despreocupada, fue recibida por Roque, quien no tardó en informar a Alicia Bourth sobre su presencia.
—Señora Alicia, hay alguien aquí preguntando por Amatista.
Alicia, sorprendida por la mención de su nuera, bajó rápidamente al salón principal. Al ver a la mujer que la esperaba, su rostro se transformó en una mezcla de sorpresa y reconocimiento. No dijo nada de inmediato, pero su mirada se endureció al instante. Sin pronunciar palabra, hizo un gesto con la cabeza, invitándola a seguirla al despacho privado de Enzo.
Una vez que la puerta se cerró tras ellas, Alicia no perdió tiempo.
—¿Qué haces aquí, Isabel? —preguntó, su voz fría como el hielo.
Isabel Fernández, madre de Amatista, se acomodó en la silla sin prisa, con una actitud de completa indiferencia, como si no estuviera en un terreno peligroso.
—¿Qué pasa, Alicia? —respondió Isabel, sonriendo sin vergüenz