El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, y la lluvia golpeaba con intensidad los ventanales del hotel en Costa Azul. Desde muy temprano, Enzo había planeado pasar todo el día junto a Amatista, pero el clima tenía otros planes. La tormenta que caía no solo anuló cualquier actividad al aire libre, sino que también envolvió el día en una atmósfera tranquila y melancólica.
Amatista despertó acurrucada contra Enzo, sintiendo el calor de su cuerpo mientras los primeros sonidos de la tormenta la invitaban a abrir los ojos.
—Buenos días, gatita. —dijo Enzo, dejando un beso en su frente.
—Buenos días, amor. —respondió Amatista, mirando a través de la ventana. Una sonrisa se formó en su rostro—. Me encanta la lluvia.
—¿Tanto como a mí verte despertar? —replicó Enzo con un tono burlón.
Ella rió, dándole un ligero empujón antes de levantarse.
Tras darse un baño juntos, ambos bajaron al restaurante del hotel. La sala estaba tranquila, con pocos huéspedes debido a la lluvia. Amatista, con el cabe