El día había sido largo, pero el aire fresco del atardecer de Costa Azul les ofreció una sensación de calma y descanso. Enzo y Amatista se encontraban en la suite, disfrutando de la tranquilidad que el lugar les proporcionaba. Amatista, sentada frente a la computadora, revisaba algunos diseños, un poco distraída, pero disfrutando del proceso creativo. Sabía que este viaje era una oportunidad para desconectar de la rutina diaria, pero la pasión por su arte siempre encontraba la forma de manifestarse.
Cuando Enzo entró a la suite, ella dejó la computadora y se levantó rápidamente, con una sonrisa en el rostro. Sin decir palabra, caminó hacia él y lo besó suavemente en los labios, dejándose llevar por la calidez de su presencia.
—¿Qué tal tu día, amor? —preguntó, sonriendo mientras se apartaba un poco para mirarlo con curiosidad.
—Largo, como siempre —respondió Enzo con una ligera sonrisa, tomando sus manos. —Pero ahora que estoy aquí contigo, todo parece mejor. ¿Te gustaría pasar lo que