La noche había caído sobre la mansión Bourth, envolviendo la propiedad en un silencio pesado. Enzo cruzó la entrada principal con pasos firmes, dejando atrás el gélido aire nocturno. Sin detenerse a mirar a nadie, se dirigió directamente a su oficina. Cerró la puerta tras de sí, buscando la soledad que solo esas cuatro paredes podían ofrecerle.
Un leve golpeteo interrumpió sus pensamientos. Roque apareció en el umbral, sosteniendo una pequeña caja de terciopelo.
—Aquí están los anillos, jefe. —Su tono era neutral, medido.
Enzo tomó la caja sin mirarlo.
—Bien. Ahora vete.
Cuando la hora de la cena llegó, Enzo descendió al comedor. Isis y Rita ya estaban sentadas, esperándolo. Mariel, la empleada, aguardaba cerca con expresión neutral.
Enzo ocupó su lugar en la cabecera de la mesa y, sin preámbulo, extendió la caja con el anillo hacia Rita.
—En dos días iremos al registro. Nos casaremos.
Rita parpadeó sorprendida, pero rápidamente forzó una sonrisa al tomar la caja.
—Claro, Enzo. Como t