El aire del café exclusivo estaba impregnado de un aroma suave a granos recién molidos y un murmullo constante de voces mezclado con el tintineo de tazas. Enzo Bourth ocupaba su lugar habitual en una mesa apartada, rodeado de sus socios. Ethan Wolf exponía los detalles de un terreno prometedor para su nuevo proyecto, mientras Massimo, Emilio, Mateo y Paolo escuchaban atentos. Cada uno tenía una taza frente a ellos, aunque era evidente que solo Paolo se molestaba en beber el espresso que se enfriaba lentamente. Enzo, por su parte, mantenía los ojos fijos en el mapa desplegado sobre la mesa, pero su mente vagaba en otro sitio.
Llevaba semanas sin ver a Amatista. La última vez que estuvieron juntos, le había dado una promesa vacía, una mentira descarada que ahora le pesaba en el alma como una piedra. La culpa no era un sentimiento con el que estuviera familiarizado, y mucho menos cómodo. Sin embargo, cada vez que pensaba en su "gatita", un nudo le atenazaba el pecho. Había evitado volver