En la imponente mansión Bourth, el ambiente estaba lejos de ser pacífico. Enzo caminaba de un lado a otro en el jardín junto a Emilio, Massimo, Mateo y Paolo, sus principales socios, quienes disfrutaban de bebidas mientras discutían los movimientos recientes de Daniel. Todos sabían que el hombre no se quedaría quieto, y su pasividad solo aumentaba las sospechas. Cerca de allí, en la sala principal, Daphne, Catalina y Lara se habían presentado, aparentemente para ayudar a Daphne con su misteriosa investigación sobre quién era “Gatita”. Aunque su verdadero interés era acercarse a Enzo, la inesperada reunión de los hombres había redirigido por completo su atención.
El sol de la tarde iluminaba el lugar cuando Roque, uno de los hombres de confianza de Enzo, apareció apresurado en el jardín. Su rostro estaba marcado por una evidente preocupación. Enzo, que de inmediato captó la gravedad del asunto, se giró hacia él.
—¿Qué sucede, Roque? —preguntó con tono firme.
El hombre titubeó antes de