El sol se filtraba por las cortinas cuando Amatista abrió los ojos, consciente del peso cálido que la envolvía. Se movió ligeramente, y al girar la cabeza, encontró a Enzo aún dormido, con su respiración pausada y un brazo apoyado sobre la almohada. Por un momento lo observó en silencio, notando la serenidad que su rostro desprendía cuando descansaba. Sin embargo, no quiso prolongar el momento. Se deslizó cuidadosamente fuera de la cama y caminó hacia el baño.
El suave ruido de sus pasos despertó a Enzo, quien abrió los ojos justo a tiempo para verla acercarse al baño.
—¿Ya tan temprano, gatita? —murmuró, su voz todavía ronca por el sueño.
Amatista sonrió mientras alcanzaba la puerta del baño.
—Alguien tiene que empezar el día.
Enzo se incorporó ligeramente, apoyándose en los codos, y la miró con una sonrisa perezosa.
—Podríamos empezar juntos, ¿no crees? —dijo con tono travieso, su mirada insinuante clavada en ella.
Amatista soltó una carcajada.
—Estás loco, Enzo. Todavía no me has d