La atmósfera en la mansión Bourth se encontraba cargada de expectativas mientras Enzo descendía las escaleras que llevaban al comedor principal. Su andar era decidido, aunque su expresión denotaba cierto fastidio por la conversación que estaba por sostener. Al entrar al comedor, encontró a Hugo y Martina Ruffo ya instalados en la mesa, ambos luciendo una calma que claramente ocultaba segundas intenciones.
—Señor Ruffo, Martina —saludó con cortesía medida, ocupando su lugar en la cabecera de la mesa.
Con un movimiento de la mano, indicó a Mariel, la empleada encargada, que comenzara a servir la cena. Los aromas cálidos y especiados comenzaron a llenar el espacio, pero la tensión entre los tres ocupantes parecía impenetrable.
Enzo, directo como siempre, no estaba dispuesto a prolongar la velada más de lo necesario.
—Hugo, creo que podemos saltarnos las formalidades. ¿A qué se debe realmente su visita?
El hombre mayor, un tanto sorprendido por la falta de rodeos, soltó una ligera risa mi