—¡La luna del rey! —gritó jadeando—. ¡La luna del rey ha cruzado la frontera! ¡Está aquí!
Dimitri se incorporó de golpe desde la mesa donde discutía planes de defensa junto a Aria, Darren y Alastair. El lobo centinela irrumpió sin aliento, su ropa rasgada por las ramas, los ojos amplios de incredulidad.
Por un segundo, nadie se movió. Como si las palabras no fueran reales, como si el universo se hubiera contenido para dejar caer esa revelación.
Darren fue el primero en correr. Lo hizo sin emitir una sola palabra, pero con una mirada tan feroz que no dejó lugar a dudas: su reina estaba cerca. Alastair lo siguió tras el mismo impulso. Dimitri se giró hacia Aria, quien ya estaba de pie lista para salir de allí también.
—Vamos —murmuró Dimitri pensando en todo los problemas que pronto estaban por llegar a sus tierras.
(…)
Calia cruzó la línea de árboles como si nunca hubiera dejado ese territorio. Sus botas cubiertas de barro, el rostro mostraba el cansancio, pero sus ojos estaban despier