Los brazos de Aleckey envolvían a Calia, protegiéndola de la tenue luz que se filtraba por el ventanal. Ella tenía el rostro hundido en su torso desnudo, disfrutando de su olor y, sobre todo, del calor de su cuerpo, una barrera firme contra el frío exterior.
Un suspiro escapó de sus labios antes de removerse entre los brazos de Aleckey. Él abrió los ojos y la estrechó más contra sí.
—Buenos días, mi luna —ronroneó, moviéndose para quedar sobre ella.
Calia pasó ambos brazos alrededor de su espalda, ganándose una sonrisa del alfa.
—Tenemos que volver a nuestra manada. Ya viste a tu amiga —murmuró el rey con sus ojos puesto en ella.
—Lo sé. Ella es fuerte y va a estar bien —respondió con suavidad.
—Dimitri la cuidará. Es su luna —susurró, rozando su nariz con la de ella.
Aleckey selló sus labios con un beso, al tiempo que deslizaba su mano por el costado de Calia. Su toque la estremeció. Sus dedos continuaron trazando un camino ascendente hasta su pecho, rodearon su pezón y tiraron de él