Calia despertó temprano y se arregló con rapidez para ir en busca de Aleckey, quien ni siquiera se dignó a presentarse anoche. La monja se desplazó con prisa, siguiendo el vínculo sin siquiera darse cuenta de que lo estaba utilizando.
Ingresó a la oficina del alfa y lo encontró de espaldas, mirando por la ventana con el torso descubierto y aún vistiendo el pantalón de la noche anterior.
Ella se permitió recorrer el lugar con la mirada, notando algunas pieles cerca de la chimenea. Al parecer, Aleckey las había utilizado como cama.
—¿Sabes dónde están Dimitri y Aria? —preguntó, esperando al menos ver a su amiga. No se rendiría tan fácilmente. Calia pensaba que, quizás, si lograba llevar a Aria en secreto al convento, la madre superiora podría enviarla a otro lugar seguro. Pero esas esperanzas murieron con las siguientes palabras del rey alfa.
—Probablemente llegando al territorio de Dimitri.
—¿Qué? —susurró débilmente, sintiendo sus piernas igual de frágiles.
—Dimitri cruzó los límites