Capítulo 121

—Soñé con Draven —dijo Aleckey finalmente, su voz grave, firme, sin titubeos.

La sala de reuniones de la mansión era silenciosa. Apenas el crujir del fuego en la chimenea llenaba el ambiente con un eco tenue. Aleckey estaba de pie, frente al ventanal que daba al bosque, las manos detrás de la espalda, los hombros tensos como si soportara el peso de cien decisiones. A sus espaldas, los cinco betas que conformaban el círculo más cercano.

Los hombres intercambiaron miradas. Era sabido que los alfas, en especial de linaje antiguo como el suyo, poseían ciertos dones vinculados al plano espiritual. No era la primera vez que Aleckey recibía una visión durante el sueño.

—¿Qué viste? —preguntó Alastair, con respeto, pero sin suavidad.

Aleckey se giró hacia ellos, su ojo sombrío.

—Estaba encerrado… desnudo, encadenado, su cuerpo cubierto de hematomas. A su alrededor, científicos humanos, hombres con batas, luces blancas, cámaras. Lo estudiaban. Lo analizaban como si fuera una criatura salvaje.
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