34. EN CASA DE NUEVO

KAELA:

Entrar a mi casa fue surrealista y doloroso; la ausencia de mi padre se sentía aterradora. El hogar, que antes rebosaba de su clara presencia, ahora estaba sumido en un silencio casi tangible. Miré a mi Beta sin esconder mis lágrimas. Unos pasos arrastrados hicieron que me girara para ver a mi nana con los brazos extendidos hacia mí. Me dejé abrazar y revisar todo lo que quiso; su tacto cálido era un consuelo que me hacía falta.

Luego, unos pasos firmes resonaron en la entrada de la casa. Al girarme, me encontré con un impresionante joven que era como ver a mi Beta en su juventud.

—Mi Alfa, no sé si se acuerda de mi hijo Ancel; se supone que será su Beta —lo presentó Rouf con una sonrisa de orgullo que iluminaba su rostro.

—Mi Alfa, estoy a su entera disposición —dijo Ancel, inclinándose respetuosamente ante mí.

—Levántate, Ancel. Claro que me acuerdo de ti, pero por el momento deseo que tu padre siga siendo el Beta. Tú serás mi asistente personal. Claro, si no te molesta —me
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