Cuando Clara llegó a la pastelería, Paula ya tenía la cafetera en marcha y Martina hojeaba una revista sin prestarle atención. El ambiente, aunque cálido, estaba cargado de algo más. Expectativa. Preocupación. Tal vez una mezcla de ambas.
—Hoy hay algo en el aire —murmuró Martina, mirando por la ventana—. ¿Lo sientes?
Clara dejó su bolso detrás del mostrador, sin responder. Llevaba días sintiéndose en el centro de una tormenta invisible. A su alrededor todo parecía seguir como siempre, pero dentro de ella, el suelo no dejaba de temblar.
—Clara… —dijo Paula, dejando dos tazas de café frente a ella—. Don Rafael estuvo preguntando por ti. No vino, pero llamó. Dijo que estaba “arreglando algunas cosas”.
Clara se tensó.
—¿Qué tipo de cosas?
—No lo dijo, pero me sonó a que se está moviendo algo grande —añadió Martina.
Clara bajó la mirada. Desde que supo que había una investigación en curso y que Gilberto había confesado, no sabía si sentía alivio o miedo. ¿Y si aún no era suficiente para li