Mateo apoyó los pies en la mesa de Gonzalo como si estuviera en el salón de su casa, mientras le daba un sorbo a su cerveza.
—Así que tu asistente te esquiva en la oficina como si fueras un inspector de hacienda… —dijo con una media sonrisa.
Gonzalo, que estaba de pie junto a la ventana con los brazos cruzados, resopló.
—No lo estoy imaginando, te lo juro. Se esconde, toma rutas alternativas para llegar a su escritorio, la pillé detrás del ficus en recepción.
Mateo escupe la cerveza de la risa.
—¿Del ficus? ¿En serio?
—Sí, del ficus. Como si yo fuera ciego o el arbusto la volviera invisible.
Mateo negó con la cabeza, claramente disfrutando la historia.
—Tío, eso no es evitarte… eso es un nivel de ninja avanzado.
Gonzalo se pasó una mano por la nuca, frustrado.
—Lo peor es que cuando le pregunté qué hacía, me dijo que estaba revisando las hojas.
—Claro, porque ahora es botánica.
—Exacto. Y después se puso toda digna y dijo que necesitaba tiempo para acostumbrarse a la nueva dinámica.
M