POV HERNÁN
Abro la puerta con todo el temor del mundo, pero suelto un suspiro de alivio en cuanto veo a Daniel. Me saluda con una palmada en la espalda mientras entra, su expresión está tan seria que me preocupa.
Cierro la puerta de nuevo y le hago un gesto para que se siente.
—¿No sabes qué pudo haber pasado? —inquiero con tono preocupado—. ¿No te lo dijeron por enlace mental?
—Nada, estoy igual de preocupado que tú —responde.
Estoy por contestar cuando el timbre suena otra vez. Siento que estoy a punto de vomitar mi corazón, ahora sí es él. Abro la puerta con inseguridad y casi me infarto cuando me encuentro a Valeria apoyada en el marco, vestida con un babydoll y una sonrisa coqueta.
—¿Qué estás haciendo aquí, Valeria? —pregunto, tratando de mantener mi voz firme.
—Pensé en darte una sorpresa, Hernán —dice ella, intentando entrar, pero la detengo antes de que dé un paso. Me mira haciendo puchero con los labios, y no puedo evitar sentir algo de repulsión.
—No es un buen momento —digo, esforzándome por mantener la calma.
—Pero, Hernán... —comienza, pero la interrumpo.
—Valeria, por favor, vete. Ahora no puedo —insisto, manteniéndola fuera de la casa—. Estoy en una reunión de trabajo.
—¡Pero hoy es domingo! —exclama frunciendo el ceño.
—Soy el dueño de una empresa, no hay descansos para mí —replico—. Vete, por favor.
Sus labios tiemblan antes de darse media vuelta e irse por donde vino. Probablemente se ofendió, pero no es mi culpa si llega sin avisar.
Cierro la puerta y me vuelvo hacia Daniel, quien me observa con una mezcla de simpatía y preocupación.
—Valeria nunca aprende —murmura Daniel, sacudiendo la cabeza.
—Es lo último que necesito ahora mismo —respondo con un suspiro.
Nos sentamos en el sofá, el silencio entre nosotros lleno de tensión. Mi mente sigue dándole vueltas a la inesperada visita de mi padre. ¿Qué lo llevó a salir de la manada y venir aquí? ¿Acaso sabe algo sobre Clara?
Antes de que pueda profundizar más en mis pensamientos, el timbre suena de nuevo. Esta vez sé que no hay escapatoria. Me levanto, cada paso que doy hacia la puerta está cargado de ansiedad. Abro y ahí está mi padre, el Alfa, imponente como siempre. Sus ojos verdes, idénticos a los míos, me escudriñan de arriba abajo y me siento pequeño a su lado.
—Hola, hijo —dice, su voz grave resuena en mi pecho.
—Papá... —respondo, sintiendo cómo se me seca la boca.
—¿Puedo pasar? —pregunta con tono autoritario, pero no agresivo.
—Claro, adelante —manifiesto, abriéndole paso.
Mi padre entra en la casa con una mirada severa y Daniel se pone de pie, ofreciéndole un saludo respetuoso al Alfa. Mi padre asiente, pero su atención vuelve rápidamente hacia mí.
—Tenemos mucho de qué hablar —dice, sentándose en el sofá frente a mí.
Se pone demasiado cómodo y no sé si eso sea bueno o malo. La verdad es que yo solo quiero desaparecer en este mismo instante.
El silencio en la sala es ensordecedor. Me siento frente a él, esperando que empiece a hablar. Cruzo una mirada con mi acompañante, quien parece estar tan nervioso como yo.
—He tomado una decisión importante —comienza—. Estoy cansado, Hernán, fui el Alfa durante muchos años, y es hora de que me retire.
Mis ojos se abren de par en par. ¿Ahora? Se suponía que todavía quería estar un año más como líder.
—La manada espera que tomes mi lugar —continúa, mirándome directamente a los ojos—. Ya están preparando la celebración para tu ascenso.
Un nudo se forma en mi estómago. No quiero ser Alfa, nunca quise. Esto es demasiado.
—¿Qué? No pueden estar preparando todo, ¡ni siquiera saben si estoy vivo!
—Saben que estás vivo —expresa. Miro a Daniel en busca de ayuda, pero creo que está tan anonadado como yo.
—Papá, no estoy seguro de que esté listo para esto —digo, tratando de mantener la calma—. Nunca quise ser Alfa.
—Lo sé, hijo —responde, suavizando su tono—. Pero tienes el potencial, y la manada confía en ti. Necesitan a alguien fuerte, alguien que los guíe. Y no tienes elección. Necesitas encontrar a tu Luna pronto.
La mención de mi Luna me hace pensar en Clara. ¿Cómo podría decirle a mi padre que mi compañera destinada es humana? ¿Qué pensará él de eso?
—Pero, papá, hay algo que debes saber... —comienzo, pero él levanta una mano para detenerme.
—No me importa lo que sea, Hernán. Sólo asegúrate de estar preparado. La manada necesita a su Alfa y su Luna. Encuéntrala y demuéstrales que eres digno de liderarlos —dice con firmeza.
—¿Y Augusto? ¿Él no puede tomar el mando? —interrogo, sintiendo la rabia acumulándose en mi garganta.
—Tu hermano apenas sabe atarse los cordones —replica mi papá con tono de fastidio—. Es un buen chico, pero no está ni la mitad de capacitado que tú.
—Puedes capacitarlo…
—¡Te crie para liderar la manada! —grita, haciendo que tanto Daniel como yo saltemos en el lugar y nos pongamos en posición de sumisión mostrando nuestros cuellos. Su aura de Alfa es muy potente, incluso para mí.
—Yo no te lo pedí… —murmuro entre dientes.
Mi padre se queda en silencio por un momento, su mirada fija en mí con una mezcla de frustración y decepción. Sé que está lidiando con su propia carga como Alfa, pero eso no quita el peso que siento sobre mis hombros ahora mismo.
—Hijo, entiendo que no lo pediste, pero a veces tenemos que aceptar responsabilidades que no buscamos. Es nuestro deber con la manada y con nuestra sangre —dice con voz más calmada, aunque el poder de su presencia no disminuye.
—Está bien —es lo único que puedo decir, soltando un bufido de resignación—. Por lo menos dame tiempo para poner la empresa en orden.
—Tienes un mes —suelta.
—¿Un mes? Papá, no me…
—¡Agradece que te doy tiempo y no te llevo ahora mismo! —exclama.
Daniel se frota los ojos con aspecto cansado, sé que debe estar pensando en muchas cosas, pero no puede dar su opinión. Mi padre lo mira y luego vuelve a mí, sus ojos verdes demuestran que está a punto de perder la paciencia. Es obvio que está decidido a que asuma el liderazgo de la manada, y su aura de Alfa llena la habitación con una presión que hace difícil respirar.
—Hijo, entiendo que esto es mucho para ti —dice con tono más suave, aunque su postura sigue siendo firme—. Pero confío en que puedes hacerlo. Eres más fuerte de lo que crees.
Asiento con la cabeza, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Mi mente vuela hacia Clara, mi dulce y vulnerable compañera destinada, quien aún no sabe nada de este mundo de lobos y liderazgo.
—Papá, necesito tiempo para asegurarme de que todo esté en orden en la empresa. Un mes es demasiado poco —propongo, tratando de encontrar algún pretexto de negociación.
—Un mes es todo lo que puedo darte. La manada no puede esperar mucho más, Hernán —insiste él, con firmeza. Se pone de pie para irse—. Ah, y encuentra a tu Luna lo antes posible. Si no, lo haré yo por ti… —agrega.
Lo miro mientras se aleja, sus palabras resuenan en mi cabeza con un eco amenazante. Mi padre siempre fue firme en sus decisiones, y sé que no está jugando. Suspiro profundamente y me paso una mano por el rostro, sintiendo la presión de sus expectativas sobre mí.
Daniel permanece en silencio a mi lado, leyendo la tensión en mi expresión. Sé que está buscando las palabras adecuadas para calmarme, pero ahora mismo no hay consuelo que pueda mitigar mi preocupación.
—¿Qué vamos a hacer, Daniel? —pregunto finalmente, buscando su orientación—. No puedo simplemente dejar que mi padre elija a mi Luna por mí.
Él me mira con seriedad, sus ojos azules reflejan el mismo temor que yo, pero confío en él como mi Beta.
—Primero, tenemos que asegurarnos de que la empresa esté en buenas manos mientras te ocupas de esto. Necesitas delegar más responsabilidades —sugiere con calma, sabiendo que la compañía es una de mis mayores preocupaciones—. Y luego… tenemos que encontrar a tu Luna, Hernán. No podemos permitir que las cosas se salgan de control. No sé cómo harás con Clara, pero...
Asiento lentamente, procesando sus palabras mientras miro por la ventana hacia el cielo nublado. Clara no tiene idea de lo que está por venir, y me aterra la idea de introducirla en este mundo lleno de secretos y peligros. Sin embargo, sé que no tengo otra opción. No quiero otra Luna que no sea ella.
—Voy a hablar con Augusto y ver qué tan preparado está para tomar las riendas temporalmente. Necesito concentrarme en Clara y explicarle todo —decido finalmente, levantándome del sofá como si tuviera un resorte.
Daniel asiente con aprobación.
—Estoy contigo en esto, Hernán. Juntos vamos a encontrar una manera de hacerlo funcionar —me asegura con una sonrisa tranquilizadora—. Como siempre lo hicimos.
—Lo sé, amigo —expreso con un suspiro—. Gracias, nos vemos mañana —le digo mientras abro la puerta para que salga.
Él asiente una vez más, su expresión es una mezcla de preocupación y confianza. Con un último gesto de despedida, se aleja y me deja solo con mis pensamientos.
Cierro la puerta detrás de él y me apoyo contra ella, sintiendo el peso abrumador de mis responsabilidades. Mis emociones están en un torbellino: incertidumbre sobre mi futuro como Alfa, el miedo de no estar a la altura de las expectativas de mi padre y de la manada, pero, sobre todo, el temor de perder a Clara para siempre.