POV CLARA
Han pasado cinco años desde la guerra, desde que la oscuridad intentó devorarnos y el mundo tembló bajo el rugido de lo imposible. Cinco inviernos, cinco veranos… y, aun así, siento que fue ayer cuando el cielo se cubrió de sombras y nuestras manos, unidas, empujaron la luz de regreso.
Y aquí estamos.
Nuestro hogar, en medio del claro donde antes ardían los rezos de los ancestros, es ahora una cabaña viva, cálida, llena del aroma a madera, flores silvestres y pan recién horneado. La luz del sol entra por las ventanas altas, tiñendo el suelo de reflejos dorados. La brisa trae consigo los cantos del bosque y el murmullo de la manada a lo lejos.
Me inclino para recoger un juguete caído: una figura de lobo hecha a mano, tallada por Hernán en una tarde de lluvia. Nuestra hija, Luna, se ríe al verlo, con sus rizos oscuros desordenados y sus ojos pardos brillando con esa chispa dorada que solo los suyos poseen. Su risa, dulce y pura, es la melodía que me ancla al presente.
—¡Mamá,