POV HERNÁN
—Me niego rotundamente —le digo a Daniel, quien me pidió que vayamos a un bar a festejar su cumpleaños esta noche.
—¿Por qué no? —cuestiona frunciendo el ceño—. Hace una semana hubieras aceptado como si tu vida dependiera de ello.
—Hay mucho trabajo por hacer —respondo en un murmullo, sabiendo que tiene razón. Jamás hubiera rechazado una salida.
El problema es que, si voy al bar, no van a parar de venir mujeres a insistir para que se acuesten conmigo y yo en este momento solo quiero acostarme con una sola mujer. Clara.
—¡Es fin de semana! —protesta mi amigo—. ¿Qué está pasando? —Entrecierra los ojos—. ¿Acaso te estás enamorando de Valeria?
—¡Ni muerto! —exclamo. Se me revuelve el estomago de solo pensar en eso.
—Deberíamos ir —comenta Lyke—. Dijimos que nadie debería sospechar de lo que nos pasa.
Mi lobo está en lo cierto. Si comienzo a comportarme de manera distinta, es muy probable que Daniel sea el primero en darse cuenta de que acabo de encontrar a mi pareja. Suspiro y cierro mi agenda con fuerza.
—De acuerdo —le digo a Daniel—. Vamos, es tu fiesta, amigo.
Me pongo de pie y le doy un breve abrazo con palmadas en la espalda antes de salir de la oficina.
Después de lo que pasó ayer con el pastel, no volví a ver de la misma manera a Clara. Ella se mostró avergonzada y tímida, y sé que crucé una línea abismal. Hoy apenas le dirigí la palabra, Lyke me reprochó diciendo que eso solo la confundiría, pero la verdad es que no sé cómo actuar con ella, es una mujer distinta a todas.
Me dirijo a mi casa con la excusa de cambiarme y darme un baño, prometiéndole a mi amigo que no le fallaría. La verdad es que solo estoy tratando de hacer tiempo y juntando las ganas de ir.
La noche llega rápidamente y me encuentro en uno de los bares más populares de la ciudad. La música resuena en el aire y el ambiente es animado. Daniel y otros colegas ya están en la barra, riendo y bebiendo. Me uno a ellos, tratando de relajarme.
—¡Hernán, aquí! —grita Daniel, levantando una bebida en señal de saludo.
Tomo una cerveza y me uno al grupo. Las conversaciones fluyen y, a medida que las bebidas siguen llegando, empiezo a sentirme más a gusto. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que la primera mujer se acerque a mí.
—Hola, ¿quieres compañía? —me pregunta una morena con una sonrisa coqueta.
—Lo siento, estoy descansando por ahora —respondo con una sonrisa cortés.
Ella se aleja, pero no sin antes lanzar una mirada curiosa. Apenas ha pasado un minuto cuando otra mujer, una rubia con un vestido negro ajustado, se acerca.
—Hola, guapo, ¿quieres bailar? —me pregunta con una sonrisa seductora.
Antes de que pueda responder, siento el impulso de Lyke, fuerte y claro en mi mente.
—Haz algo para que se aleje —dice con tono firme.
—Lo siento, no estoy de humor para bailar —respondo, tratando de ser cortés.
Ella no se da por vencida tan fácilmente.
—Oh, vamos, una canción no hará daño —insiste, acercándose más.
La paciencia de Lyke se agota rápidamente, y mi voz se endurece un poco.
—Dije que no. Por favor, déjame en paz. —La sorpresa en su rostro es evidente, pero finalmente se retira, ofendida.
Daniel me lanza una mirada curiosa.
—¿Qué te pasa, Hernán? Normalmente no rechazarías a alguien así.
—No estoy de humor, Daniel. Solo quiero disfrutar de la noche sin complicaciones —respondo, tomando un largo trago de mi bebida para calmarme.
Mis acompañantes se miran entre ellos y mi amigo termina encogiendo los hombros.
De repente, un aroma muy reconocible me inunda por completo. Siento mis pelos ponerse de punta, mi corazón comienza a latir con fuerza y mi estómago cosquillea.
—¡Es ella! —grita Lyke. Tengo que reprimir el impulso que está emitiendo para que me levante y salga a buscar a Clara como un loco.
—No estamos seguros —respondo—. Quizás el alcohol ya me está afectando.
—No, es ella. Lo sabes tan bien como yo —insiste Lyke.
Respiro hondo y me obligo a mantener la calma. No puedo correr a buscarla como un desesperado, pero necesito encontrarla. Me levanto de la mesa con la excusa de ir al baño, ignorando las miradas curiosas de mis compañeros. Empiezo a caminar por el bar, siguiendo el rastro de su aroma entre la multitud.
La música es ensordecedora y las luces parpadean, creando sombras y destellos que dificultan mi búsqueda. Me detengo un momento, cerrando los ojos y concentrándome en su fragancia. A medida que me acerco, el olor se vuelve más fuerte y claro.
Finalmente, la veo. Está en medio de la pista de baile, riendo y charlando con un grupo de amigos. Su cabello se mueve con cada giro de su cabeza, y su risa es como una melodía que corta a través del ruido del bar. Mi corazón late aún más rápido, y una mezcla de nerviosismo y anticipación me invade.
—Ahí está —dice Lyke con tono de satisfacción.
Me acerco lentamente, intentando no parecer demasiado ansioso. Me detengo en seco. No, no puedo interrumpirla, se ve feliz.
Pero entonces, noto algo que hace que la calma desaparezca instantáneamente. Uno de los chicos con los que está bailando se acerca demasiado a ella, tomándola de la cintura con demasiada confianza. El hombre es alto y atractivo, y parece disfrutar demasiado de la cercanía con Clara. Mi lobo interior ruge de celos, y siento un impulso casi incontrolable de intervenir.
—Ese tipo tiene malas intenciones —gruñe Lyke—. Puedo olerlo desde aquí. Se quiere aprovechar de su inocencia.
La ira me invade y mis manos se cierran en puños. Puedo ver en la mirada de Clara que está incómoda, pero no sabe cómo alejarse sin causar una escena. Sus ojos se mueven para todos lados, seguramente buscando a alguien con la mirada. El tipo le susurra algo al oído, y ella se ríe nerviosamente, claramente intentando mantener la situación bajo control.
—No puedo permitir esto —murmuro, empezando a avanzar nuevamente.
Cuando llego a la pista de baile, me acerco a Clara y el tipo se gira para mirarme con una sonrisa burlona.
—¿Puedo ayudarte en algo, amigo? —pregunta con tono desafiante.
—Clara, ¿todo está bien? —ignoro al tipo, enfocándome en ella.
—Hernán... —susurra, visiblemente aliviada de verme—. Sí, estoy bien.
—No lo parece —respondo, mis ojos fijos en el hombre que sigue sosteniéndola por la cintura.
—¿Quién es este? ¿Tu novio? —pregunta el hombre, apretando más su agarre en Clara.
—Suéltala —digo en un murmullo de dientes apretados, pero con tono firme.
El tipo se ríe y da un paso hacia mí, soltando a Clara solo para empujarme en el pecho.
—¿Qué vas a hacer al respecto? —se burla.
Antes de que pueda responder, Lyke se apodera de mis sentidos, intensificando mi fuerza y reflejos. En un movimiento rápido, lo agarro del brazo y lo retuerzo detrás de su espalda, inmovilizándolo.
—Te lo advertí —digo, mi voz sale en un gruñido—. No te acerques a ella de nuevo.
El hombre gime de dolor, y algunos de los amigos de Clara se acercan, preocupados por la situación. Clara me mira con una mezcla de sorpresa y gratitud.
—¡Está bien, está bien! ¡Suéltame! —grita el tipo, tratando de liberarse.
Lo empujo hacia adelante, liberándolo de mi agarre, y él se tambalea antes de correr hacia la salida del bar, claramente humillado.
Clara me mira, sus ojos llenos de gratitud.
—Gracias, Hernán. No sabía cómo alejarme de él —dice, todavía temblando un poco.
—No tienes que agradecerme. Siempre te protegeré, Clara —respondo, mirándola a los ojos.
Se sonroja y está a punto de responderme cuando alguien nos interrumpe.
—¡Clara! ¡Prima! ¿Qué pasó? —cuestiona una mujer apareciendo de repente con expresión preocupada y una bebida en cada mano.
—¿Qué fue eso, hermano? —interroga Daniel con el ceño fruncido—. ¿Clara?
—Hola, Daniel… —lo saluda ella con tono avergonzado—. Lo siento por arruinar su noche, es que un tipo me estaba tocando, el señor Selton solo me defendió —replica.
La prima de Clara abre la boca con sorpresa y sus manos tiemblan a medida que sus ojos se llenan de lágrimas. Tomo las bebidas antes de que se le caigan en un acto reflejo.
—Perdón, Clarita, no tendría que haberte dejado sola… —dice la mujer con voz temblorosa.
—¿Están solas? —interrogo con tono entre molesto y curioso. Ambas asienten con la cabeza.
Entonces esos tipos no eran sus amigos, probablemente las venían siguiendo desde que entraron. El calor de la rabia inunda mi cuerpo y tengo que controlarme, así que le dejo las cervezas a Daniel y corro al baño para refrescarme.
Me miro en el espejo del baño, tratando de calmarme. El agua fría me ayuda a enfriar la ira que arde en mi interior, pero no logra sofocar completamente el deseo de proteger a Clara.
—¿Qué te pasa, Hernán? —pregunta Daniel, entrando al baño con expresión preocupada.
Respiro hondo, sabiendo que no puedo seguir ocultándolo. Daniel es mi amigo y beta, y merece saber la verdad.
—Es Clara, Daniel —digo, mirándolo a los ojos—. Ella es mi compañera destinada.
Su expresión cambia de preocupación a sorpresa, y luego a indignación.
—Estás bromeando, ¿verdad? —exclama, cruzando los brazos—. Hernán, ella es humana. No puedes emparejarte con una humana.
—Lo sé —respondo, apoyándome en el lavabo—. Pero no puedo ignorarlo. Siento una conexión con ella que nunca he sentido con nadie más, y no puedo soportar verla en peligro.
Daniel niega con la cabeza, claramente frustrado.
—Esto es una locura, Hernán. ¿Sabes las consecuencias que esto puede tener para la manada? Una humana no puede ser tu compañera destinada. No es seguro para ella ni para nosotros.
—No puedo controlar esto, Daniel. Es más fuerte que yo —digo, mirándolo fijamente—. Necesito protegerla. No pretendo que me entiendas, ¡ni yo mismo lo entiendo!
—Esto no puede ser —dice con firmeza—. Necesitamos una solución antes de que esto se salga de control. No podemos permitir que la manada se entere de esto, si se entera tu padre…
—Lo sé —digo, pasándome una mano por el cabello—. Pero no puedo mantenerme al margen mientras ella esté en peligro.
Daniel se queda en silencio por un momento, tratando de encontrar una solución.
—Si realmente sientes eso por ella, debemos encontrar una manera de manejarlo sin poner en riesgo a nadie. Pero recuerda, Hernán, esto no puede salir a la luz. No hasta que estés seguro de lo que quieres hacer.
Asiento, sabiendo que tiene razón. Debo ser cuidadoso, pero no puedo ignorar mis instintos.
—Gracias, Daniel —digo con sinceridad.
—No me agradezcas todavía. Solo asegúrate de no poner a la manada en peligro —responde él, con un tono serio—. Ahora, volvamos antes de que las chicas se preocupen más.
Salimos del baño y regreso al bar, sintiéndome un poco más calmado. Daniel tiene razón, necesito manejar esto con cuidado. Pero una cosa es segura: no permitiré que nada ni nadie dañe a Clara.