POV CLARA
Le dije a Marina que no era buena idea venir a bailar. No estaba de humor, ni tampoco tenía muchas ganas, pero ella insistió en que debía festejar mi primera semana de trabajo y, además, quería relajarse.
Y ahora, aquí estamos, yo traumada por culpa de un desconocido y ella culpable por haberme dejado sola cinco minutos. De todos modos, lo más extraño es haberme encontrado con mi jefe, que apareció en el momento justo y encima me defendió.
Marina me mira con ojos llenos de preocupación, su culpa evidente en su rostro.
—Lo siento tanto, Clara. Nunca pensé que algo así podría pasar —dice, su voz tiembla y tomo su mano.
—No es tu culpa, Marina. Estas cosas... simplemente pasan —respondo, tratando de calmarla.
—Pero debí estar contigo. No debí dejarte sola ni un segundo —insiste, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.
La abrazo brevemente, tratando de consolarla.
—Está bien, Marina. Estoy bien. Y, además, el señor Selton estaba allí para ayudarme.
Ella me mira, aún con algo de incredulidad.
—¿Cómo es que tu jefe apareció justo en ese momento? Eso sí que es raro.
—No lo sé, pero estoy agradecida —le digo.
Nos quedamos en silencio por unos momentos, cuando de repente Marina se da cuenta de algo.
—¿Sabías que tu jefe estaba aquí? —pregunta, mirándome con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—No tenía idea. Supongo que fue una coincidencia... —murmuro—. Es raro verlo fuera de la oficina. Dios mío, ¡qué vergüenza! ¿Qué habrá pensado?
Mi prima está a punto de responder cuando Hernán y Daniel vuelven del baño. Este último está con un semblante mucho más serio del que se fue y Hernán me mira con una mezcla de intensidad y preocupación.
—¿Todo bien por aquí? —pregunta, su mirada fija en mí.
—Sí, gracias a usted, señor Selton. Estoy bien —respondo, sintiéndome un poco más segura con su presencia.
—Por favor, llámame Hernán. Después de lo que pasó, creo que podemos dejar las formalidades por una noche —dice con una sonrisa amable.
Marina me da un leve codazo, sonriendo de manera cómplice.
—¿Y qué tal si nos relajamos un poco más? —sugiere Daniel, tratando de aliviar la tensión—. Vamos a tomar algo y disfrutar del resto de la noche.
Asiento, sintiéndome un poco más animada.
Nos dirigimos a la barra, donde algunos de los amigos de Daniel ya están reunidos, riendo y disfrutando. Daniel nos presenta a todos con entusiasmo.
—Clara, estos son mis amigos del gimnasio, Martín y Lucas —dice, señalando a dos chicos que nos sonríen amablemente—. Y este es Jorge, viejo compañero de universidad.
—Mucho gusto —respondo, sonriendo y estrechando las manos de cada uno.
Marina se anima inmediatamente, especialmente cuando Jorge le dedica una sonrisa encantadora.
—Yo soy Marina —se presenta mi prima, dándose cuenta de que mis jefes no saben su nombre.
—¡Marina! —exclama Jorge—. Qué gusto conocerte. ¿Te unes a nosotros?
Marina sonríe y acepta la invitación con entusiasmo. La veo charlando animadamente con Jorge, sus ojos brillando de una manera que no había visto en mucho tiempo. No puedo evitar sentirme feliz por ella, aunque una parte de mí también está un poco celosa de su facilidad para socializar.
Hernán y yo tomamos asiento en la barra, y él pide unas bebidas. La música sigue vibrando a nuestro alrededor, y la atmósfera del bar es animada y llena de energía.
—¿Qué te gustaría tomar? —me pregunta Hernán, inclinándose ligeramente para que pueda escucharle sobre el ruido. Su cercanía provoca cosquillas en mi piel.
—Creo que un cóctel estaría bien —respondo, sintiéndome un poco más relajada ahora que estamos lejos del tumulto de la pista de baile.
Hernán pide dos cócteles y nos los sirven rápidamente. Al primer sorbo, siento el sabor dulce y refrescante, perfecto para la ocasión. Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando de nuestras bebidas y la compañía del otro.
Creo que él tiene una personalidad parecida a la mía. Preferimos estar sentados, tomando algo con tranquilidad, ni siquiera nos damos cuenta de que los demás se fueron hasta que nos encontramos con los asientos vacíos.
Escucho la risa de mi prima desde el centro de la pista y sonrío. Me alegra que se divierta, seguramente debe estar segura de que, con mi jefe al lado, estoy protegida.
—Bueno, nos dejaron solos —expresa Hernán con una pequeña sonrisa.
—Sí, parece que se están divirtiendo mucho —respondo, observando a Marina reír con Jorge en la pista de baile.
—Tu prima parece estar pasándola bien —comenta Hernán, siguiendo mi mirada—. Me alegra ver que se ha relajado después de lo que pasó.
Asiento, sintiéndome agradecida por su presencia tranquilizadora. Tomo otro sorbo de mi cóctel, disfrutando del sabor dulce y la atmósfera relajada.
—Es una buena chica. A veces necesita un empujón para soltarse un poco —digo, sonriendo.
—Lo entiendo. A veces todos necesitamos un poco de diversión para liberar el estrés —responde, mirándome con intensidad. No sé porqué siento que debo tomar eso en doble sentido.
—Sí, creo que tienes razón —respondo, tomando un sorbo más largo de mi bebida, como si eso me diera fuerzas para juntar el coraje que necesito.
La conversación continúa fluyendo fácilmente y, con cada bebida, me siento más relajada y menos preocupada por lo que pasó antes.
—¿Otro cóctel? —pregunta Hernán, levantando una ceja con una sonrisa traviesa.
—Claro, ¿por qué no? —respondo, riendo—. Esta noche es para divertirnos, ¿verdad?
—Exactamente —dice, llamando al camarero y pidiendo dos cócteles más.
A medida que la noche avanza, sigo sintiéndome más libre y despreocupada. Las luces del bar se vuelven más brillantes y la música más envolvente. Hernán y yo nos acercamos más, nuestras risas mezclándose con el ruido de la multitud.
—¿Sabes? No suelo hacer esto —digo, señalando mi copa vacía—. Salir a bares y beber tanto. ¡Mucho menos con mi jefe!
—Yo tampoco —responde Hernán, sonriendo, aunque creo que está mintiendo—. Pero creo que ambos merecemos un descanso de vez en cuando.
—Sí, un poco de diversión no nos vendría mal —añado, sintiendo que el alcohol me hace más valiente.
Con cada trago, siento cómo la barrera entre nosotros se va desvaneciendo. La conversación se vuelve más íntima, y nuestras miradas más largas y significativas. Hernán se inclina más cerca, sus ojos están fijos en los míos.
—¿Te has dado cuenta de lo bien que te queda ese vestido? —dice de repente, su voz baja y ronca.
Me sonrojo, sintiendo el calor en mis mejillas. La mirada de Hernán es intensa, y no puedo evitar sentirme atraída por él.
—Gracias, Hernán —respondo, sin saber muy bien qué más decir.
—No, en serio. Te ves increíble —insiste, sus dedos rozando ligeramente mi mano. Sus ojos se iluminan de tal manera que mi respiración se entrecorta.
El toque envía un escalofrío por mi columna, y siento cómo mi corazón late más rápido. Tomo un trago más grande de mi bebida, tratando de calmar los nervios que me están invadiendo.
Finalmente, después de varios cócteles más, ambos estamos visiblemente un poco borrachos. Nos reímos más fuerte, nuestras palabras se entrelazan y nuestros cuerpos se acercan más. La cercanía entre nosotros es palpable, y puedo sentir su calor a través de mi vestido.
—Te voy a contar un secreto —murmura cerca de mi oído. Lo miro con interés y arqueo una ceja.
—Soy buena guardando secretos —respondo, arrastrando un poco la lengua.
—Me alegra escuchar eso, porque oculto algo muy, muy grande… ¿Estás segura de que quieres saberlo?
—Por supuesto, quizás si algún día me despides puedo amenazarte con divulgarlo —contesto. Él suelta una risita por lo bajo.
—Soy un hombre lobo —confiesa de repente.