Capítulo 10

POV CLARA

Cuando llego a la empresa me encuentro con tal fiesta que parece que van a tirar todo por la ventana.

Hay globos, guirnaldas, los empleados tienen bonetes, silbatos y papel picado. Tiran serpentinas a medida que avanzo y no puedo evitar reír. No entiendo nada de lo que está pasando, pero la felicidad es contagiosa.

Si bien no estoy de muy buen humor, ya que anoche no pude dormir entre las pesadillas y el fracaso ante el dibujo del lobo, quizás esto podría mejorar un poco mi ánimo.

Llego hasta mi escritorio y Lisa me está esperando con un café.

—¡Ay, te lo agradezco tanto! —le digo, dándole un sorbo y disfrutando de su sabor. Ella sonríe y me guiña un ojo—. ¿Por qué hay tanto alboroto?

—Hoy cumple años Daniel, acostumbra a hacer esto todos los años —contesta. Frunzo el ceño.

—El señor Selton no me informó nada, yo no sabía…

—No te preocupes, Clara —me interrumpe ella—. En realidad, Hernán no suele participar mucho de esto, más bien lo organiza Daniel con su propia secretaria.

Suelto un suspiro de alivio. Si se me había pasado organizar el cumpleaños de mi segundo jefe, me moría.

La oficina está llena de risas y alegría, y aunque no conozco muy bien a Daniel, puedo ver que es querido por todos. La energía positiva del lugar me envuelve y me hace olvidar momentáneamente mis preocupaciones.

—Bueno, vamos a disfrutar entonces —digo, sonriendo a Lisa. Ella asiente y me entrega una pequeña bolsa de confeti.

—Tómalo, es para cuando llegue el cumpleañero —me dice, guiñándome un ojo de nuevo.

Mientras espero, aprovecho para revisar mi correo y organizar mi día. Me siento un poco más relajada, el café y la atmósfera festiva me han ayudado a aliviar la tensión. De repente, la puerta del ascensor se abre y todos comienzan a gritar y aplaudir. Daniel entra con una gran sonrisa, y todos comienzan a lanzar confeti y serpentinas.

—¡Feliz cumpleaños, Daniel! —gritan todos al unísono.

Daniel parece encantado, agradeciendo a todos por los buenos deseos. Yo lanzo el confeti que Lisa me dio y me uno a los aplausos. Él se acerca a cada uno de nosotros, dando las gracias y charlando brevemente. Cuando llega a mi escritorio, me saluda con una cálida sonrisa.

—¡Hola, Clara! Gracias por unirte a la fiesta —dice, su voz se escucha llena de entusiasmo.

—¡Feliz cumpleaños, Daniel! —le respondo—. Es mi primera vez viendo algo así en una oficina.

—Ah, pues, es una tradición aquí. Quiero que todos disfruten y se relajen un poco —me explica—. Trabajamos duro, pero también sabemos cómo divertirnos.

Asiento, impresionada por su actitud. Justo en ese momento, Hernán aparece en la puerta de su oficina. Me tenso ligeramente, pero él parece más relajado de lo habitual. Para mi sorpresa, en lugar de quedarse observando desde la distancia, Hernán comienza a caminar hacia nosotros. La sala se queda en silencio por un momento, todos curiosos por ver qué hará.

Hernán se detiene junto a Daniel y le da una palmada amistosa en la espalda.

—¡Hoy es un día especial! —anuncia Hernán, levantando la voz lo suficiente para que todos lo escuchen. La sorpresa en las caras de los empleados es evidente, incluida la mía—. Daniel es una parte fundamental de nuestro equipo desde hace años. Su dedicación y entusiasmo son contagiosos, y su capacidad para equilibrar el trabajo y la diversión es algo que todos podemos admirar y, de paso, sacar provecho.

Daniel sonríe, visiblemente emocionado por las palabras de Hernán. La multitud comienza a aplaudir, animados por el inesperado gesto del jefe.

—¡Así que, hoy vamos a celebrar no solo a Daniel, sino también el espíritu de compañerismo que él representa en esta empresa! —continúa Hernán, sonriendo ampliamente—. Disfruten de la fiesta, relájense y recuerden que cada uno de ustedes es valioso para Wolf y Asociados. ¡Feliz cumpleaños, Daniel!

El aplauso se intensifica, acompañado por vítores y risas. Hernán le da un apretón de manos a Daniel y luego se vuelve hacia el grupo.

—Y ahora, volviendo a la diversión —dice, y para sorpresa de todos, toma uno de los bonetes de fiesta y se lo pone en la cabeza. La oficina estalla en carcajadas y aplausos nuevamente.

Daniel lo mira con una sonrisa entre curiosa y cómplice.

—Bueno, Clara, parece que incluso nuestro serio jefe sabe cómo divertirse de vez en cuando.

—Sí, parece que sí —respondo, sonriendo mientras observo a Hernán interactuar con los empleados.

Este lado de él es completamente nuevo para mí, y me hace verlo de una manera diferente. No sé por qué, pero verlo relajado, conversando y sonriendo tanto me da una sensación extraña en el cuerpo. Y esa sensación se incrementa en cuanto lo veo acercarse a mí.

—Buen día, Clara —me saluda mirándome con interés—. ¿Estás disfrutando de la fiesta?

—Buen día, señor Selton. Sí, es entretenido —replico con tono cortés. Él esboza una sonrisa.

—Sí, igual no durará mucho más, Daniel tiene permiso de distraer a los empleados hasta las diez de la mañana —contesta. Miro mi reloj de manera disimulada y él suelta una risa por lo bajo—. Todavía tienes una hora para relajarte —agrega, haciéndome sonrojar de vergüenza.

—Perdón… —murmuro.

—Por favor, Clara, admitamos que a nadie le gusta trabajar —dice, haciéndome sonreír.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, mirando como Daniel no para de ser el centro de atención mientras baila en el medio de un círculo de empleados aplaudiendo.

—¿Y usted cuándo cumple años? —quiero saber con tono curioso. Él me mira con la misma expresión.

—El 5 de febrero —replica—. Ya pasó.

—Sí, feliz cumpleaños atrasado —respondo. Me dedica una pequeña sonrisa.

—¿Y usted? —inquiere.

—Ah, yo… el 7 de agosto —contesto. Arquea las cejas.

—Eso es dentro de una semana —expresa con asombro. Asiento con la cabeza.

—Sí, pero desde el accidente… no celebro más —digo. Sus ojos se vuelven tristes y me arrepiento de haber dicho eso.

La expresión de Hernán se suaviza con una mezcla de compasión y curiosidad.

—Lo siento, Clara. No sabía… —expresa con sinceridad.

—No se preocupe, señor Selton. Es solo algo que prefiero no recordar —respondo, tratando de mantener mi tono ligero, aunque el dolor en mi pecho es palpable.

—Entiendo. A veces los recuerdos pueden ser difíciles de manejar. —Sus palabras son tranquilizadoras, y me siento agradecida por su comprensión.

Antes de que la conversación pueda volverse aún más incómoda, Lisa aparece con una bandeja de pastel y nos ofrece uno a cada uno.

—¡Pasteles para todos! —anuncia, aliviando la tensión.

—Gracias, Lisa —digo, aceptando uno sabor a chocolate y tomando un pequeño bocado.

Hernán también toma uno, y por un momento compartimos una sonrisa cómplice mientras disfrutamos del dulce. La atmósfera en la oficina sigue siendo alegre y relajada, y poco a poco me siento más cómoda en la presencia de Hernán.

—Este pastel está delicioso —digo, disfrutando de cada bocado.

Hernán asiente, masticando su pedazo con gusto. Sin embargo, noto que sus ojos se fijan en mí con una intensidad que me hace sentir un ligero cosquilleo en el estómago.

—¿Qué pasa? —pregunto, un poco nerviosa por su mirada.

—Tienes un poco de crema... aquí —dice suavemente, señalando la comisura de mis labios.

Antes de que pueda reaccionar, Hernán extiende su mano y, con su pulgar, limpia delicadamente la crema de mi labio. Su toque es suave, pero firme, y siento una oleada de calor recorrer mi cuerpo. Sus ojos se encuentran con los míos, y el momento se siente cargado de una energía indescriptible. Y ahí está de nuevo, esa m*****a electricidad como la primera vez que estrechamos la mano.

Mi respiración se acelera ligeramente, y por un segundo, todo lo demás parece desvanecerse. Es como si estuviéramos en una burbuja, aislados del bullicio de la oficina. La forma en que me mira, con una mezcla de ternura y algo más profundo, me hace sentir vulnerable y extrañamente deseada.

—Gracias —murmuro, mi voz apenas un susurro.

—De nada —responde él, su voz también baja, casi íntima. Su pulgar se desliza lentamente de mi labio, y siento que mi piel arde allí donde me tocó.

El momento se rompe cuando Lisa pasa junto a nosotros, hablando animadamente con otro empleado. Me aparto ligeramente, tratando de recuperar la compostura. Siento que mis mejillas están encendidas y me esfuerzo por no parecer demasiado afectada. ¿Cómo puede pasarme esto? ¡Es mi jefe! No puede atraerme tanto.

Hernán parece darse cuenta de mi incomodidad y da un paso atrás, sonriendo suavemente.

—Bueno, mejor me retiro a mi oficina. Todavía hay mucho que hacer hoy —dice, su tono volviendo a ser más profesional.

—Sí, claro. Yo también tengo trabajo que hacer —respondo, intentando sonar casual.

—Nos vemos más tarde, Clara —se despide Hernán, dándome una última mirada antes de volver a su despacho.

Mientras se aleja, me quedo de pie, todavía sintiendo el rastro de su toque en mi piel. Mi mente está llena de preguntas y emociones contradictorias. La conexión entre nosotros es innegable, pero también aterradora en su intensidad. 

Tomo un respiro profundo y, en cuanto todos comienzan a dirigirse a sus puestos, me obligo a concentrarme en mi trabajo, aunque la sensación del toque de Hernán y la mirada en sus ojos se quedan conmigo el resto del día, como una llama que no puedo apagar.

Gale Spring

¡Hola! Pido disculpas, ayer dije que iba a estar por un tiempo gratis y apenas veo que se puso de paga :( Trataré de actualizar lo más seguido posible y espero puedan seguir leyendo, mil gracias!!!

| 38
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP