Capítulo 93. Agua que desarma
El vapor del baño me envolvió antes de que pudiera decir cualquier cosa. Ella dejó caer la toalla sin ceremonias, como si confiar en mí de esa forma fuera lo más natural del mundo. Pero no lo era. No para nosotros. No después de tantos meses cuidando límites que siempre acabábamos rompiendo.
Ginevra entró a la ducha primero, bajo el agua tibia que caía como una cortina sobre su espalda. Me miró por encima del hombro, esa mirada suave que casi nunca me regalaba.
—Ven —murmuró.
Me acerqué despacio. No por dolor, sino porque por primera vez en mucho tiempo… no tenía prisa. Entré con ella y el agua nos cubrió a ambos, arrastrando el resto de tensión que quedaba en mi cuerpo.
No la toqué de inmediato. Solo respiré con ella, solo estuve ahí.
Y entonces, suavemente, deslicé mis manos por sus hombros.
—Dame eso —le dije, tomando el shampoo de la repisa.
Ella levantó una ceja.
—¿Ahora eres estilista?
—Solo soy un hombre con prioridades —respondí, haciendo espuma entre mis manos—. Y una de ella