Capítulo 71. La vulnerabilidad de Ginevra
No pasó mucho tiempo antes de que algo cambiara.
Primero fue un movimiento mínimo, casi imperceptible, un roce leve de su ceja contra mi brazo. Después un suspiro.
Y luego…un quejido.
Suave, apagado, pero definitivamente un quejido.
Parpadeé.
¿Estaba soñando?
Probablemente. Nadie hace ruido así despierto, menos Ginevra, que dormida parecía una estatua cara de un museo.
Esperé y otro quejido, más claro esta vez.
—Mmh… no… —murmuró, con la voz que solo se tiene cuando estás tan rendida que ni el cerebro controla la lengua.
Yo abrí los ojos como si hubiera escuchado una alarma de incendio.
¿Había dicho “no”?
¿A qué? ¿A quién? ¿A quién le estaba diciendo que no?
Me quedé quieto. No quería moverme porque dolía, pero tampoco quería perderme detalle de aquello que era, sin duda, material de estudio científico: Ginevra Valentini quejándose dormida.
—Dios… —susurré, sin saber si reírme o preocuparme.
Por un segundo pensé que era una reacción aislada, un rastro de sueño que se escapaba
Pero no,