Capítulo 42. Sus lágrimas
La noche siguió su curso con una calma engañosa.
Después de la llamada, Ginevra intentó retomar la conversación, pero algo en ella había cambiado. No era visible al principio, eran gestos, pausas, miradas que se quedaban suspendidas un segundo más de lo normal.
Puso música suave en el fondo, una lista de reducción a la que pude leer el título en la pantalla del televisor: “Cosas que no digo”.
Y, por un momento, me pareció un nombre demasiado preciso.
Seguimos bebiendo vino, sin apuro, sin hablar demasiado.
Ella se sentó en el sofá, con las piernas cruzadas, y yo me acomodé a su lado, intentando no invadir su espacio.
Cada tanto sonreía, hacía algún comentario sobre la comida o sobre lo cansada que estaba. Pero entre una frase y otra… se quedaba quieta.
Mirando a la nada.
No sé cuánto duraron esos silencios, pero los conté como si fueran horas.
Sus ojos perdían el brillo, y esa sonrisa que tanto me gustaba se disolvía hasta no dejar rastro.
Una vez, la vi parpadear rápido, intentando d