Capítulo 18. Entre raíces y secretos
Un par de minutos después, llegaron las madres de Ginevra. La primera en aparecer fue Eleanor, la americana, con su cabello rubio recogido en un moño discreto y esos ojos verdes que parecían absorber la luz. Se acercó a Ginevra y la abrazó con fuerza, dándole un suave beso en la mejilla.
—Mi amor, estas hermosa —susurró Eleanor, acariciándole el cabello con delicadeza.
Ginevra cerró los ojos un instante y correspondió al abrazo, apenas, con un pequeño gesto de cabeza. Sonreí mínimamente, sorprendida por la cercanía que me permitía ver entre madre e hija. Había algo en la forma en que Ginevra se relajaba con Eleanor que la hacía ver más humana, más vulnerable, más… ella misma.
Luego apareció Valentina, la italiana. Alta, de cabello oscuro y porte imponente, con una sonrisa audaz que parecía llenar la habitación entera. Se acercó a Ginevra con entusiasmo, intentando envolverla en un abrazo, besándole una mejilla y luego la otra.
—¡Ginevra, tesoro, mi bambina, quanto ti amo! —exclamó, co