C3: Ten sexo conmigo.

La joven, sin embargo, no dijo nada, sino que se dirigió hacia su habitación, sacó un caballete y comenzó a pintar de pie.

—Tch, qué aburrido —murmuró Rowan siguiéndola con la mirada. Luego, caminó hacia su dirección y la observó mientras pintaba, contemplando su espalda mientras pensaba que ella se había comportado de manera muy sumisa, fantaseando con que le hubiera gustado verla revelándose.

De pronto, unas alertas de mensajes llegaron una tras otra en su celular, todas de Luciano, quien era su secretario y amigo íntimo a quien había acompañado a aquella boda.

"¿Dónde estás?"

"Si supieran que te traje aquí, te convertirás en el protagonista de la boda."

Luciano temía que la aparición de Rowan causara caos en la boda. Después de todo, Rowan Kohler, CEO del imperio inmobiliario más codiciado del sector de lujo, no vendía propiedades, sino que las creaba. Como CEO de Meridian Lux, la firma de desarrollo inmobiliario y construcción de lujo más influyente del hemisferio, su visión no solo transformaba terrenos vacíos en edificios: rediseñaba ciudades.

Con una mirada podía cerrar tratos millonarios o desarmar a sus rivales. Su presencia tenía esa rara mezcla de elegancia y autoridad: el tipo de hombre que parecía hecho para dirigir el mundo desde un pent-house con vista al skyline que él mismo había diseñado.

Rowan salió de la casa, pues no había encontrado nada interesante con lo que entretenerse. Media hora después, los recién casados empezaron a decir unas palabras. La celebración estaba llegando a su clímax, sin embargo, ese dulce momento fue interrumpido por un cuadro que cayó de repente desde arriba.

—¡Dios mío! —los murmullos no tardaron en escucharse—. Pero ¿qué acaba de pasar?

—¿De dónde salió el cuadro? ¿Por qué se cayó de repente?

—¡Qué susto!

Los invitados se dispersaron como si estuvieran asustados. Rowan miró hacia arriba y vio una silueta entre las cortinas del balcón, a lo que rápidamente relacionó aquella silueta con el de la joven artista.

«¿Podrá ser…?» se preguntó. Fijó la vista en la pintura, la cual representaba una hermosa escena de boda con una pareja de recién casados abrazándose, pero sobre sus cabezas se cernía un enorme monstruo, aterrador y sangriento.

Luego de verlo, se dirigió hacia adentro rápidamente para confirmar sus sospechas.

Cuando Nadia arrojó el cuadro al suelo, se quedó allí por unos minutos, observando la reacción de los recién casados y de los invitados. Después, cuando se disponía a bajarse por las escaleras, vio a un hombre en la planta baja.

«Ese hombre… ¿me vio?» dijo para sus adentros, con cierto miedo. Se suponía que todos los invitados se encontraban afuera.

Cuando empezó a bajar, pudo ver claramente la apariencia del hombre, quien parecía una celebridad. Tenía el pelo perfectamente peinado y llevaba un atuendo de una marca de diseñador que ella no podía permitirse. Le llevó unos segundos analizarlo, hasta que sus ojos se posaron en el anillo que traía en el dedo índice. Era el anillo de la familia Kohler, que había visto en los archivos del estudio de Jared.

«¡Ese hombre… es de la familia Kohler!»

Ella lo contempló sin disimulo. Observó las líneas sutiles junto a los ojos, la sombra leve de una barba que no intentaba ocultar, la calma con la que respiraba. Era un hombre que, sin duda, pasaba los treinta años.

Pero más allá de su edad, lo que más llamaba la atención era esa especie de temple silencioso, esa aura que irradiaba sin esfuerzo, como si su sola existencia prometiera abrigo, protección, refugio, como si pudiera protegerla del mundo entero sin siquiera levantar la voz.

Rowan levantó una ceja en cuanto ambos conectaron las miradas, a lo que una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.

—¿Te divertiste haciendo eso? —le preguntó.

Nadia no respondió. Se quedó en medio de las escaleras después de esa pregunta, contemplándolo en silencio, mientras procesaba que ese hombre pertenecía a la familia Kohler. Un par de minutos después, continuó bajando las escaleras y dio unos pasos hacia él, colocándose delante suyo.

—¿Estás casado? —Nadia eligió el enfoque más directo.

Rowan la miró con una expresión de ligero asombro. Quería soltar varios interrogantes, como: ¿Quién lo pregunta? ¿Por qué quieres saberlo?

Sin embargo, lo que salió de su garganta fue su honestidad.

—No… —articuló.

—Entonces… ten sexo conmigo.

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