Cuando terminó la última clase, Nadia salió del instituto junto a su compañero Giovanni. Él, con un tono animado, le hizo una propuesta.

—¿Por qué no vamos a almorzar? Es temprano todavía, conozco un restaurante que hace unas comidas riquísimas, podríamos ir.

Nadia sonrió, tentada por la idea, pero mientras cruzaban la salida, su vista se topó con el vehículo de Rowan estacionado justo frente al Instituto de Bellas Artes. Un gesto de fastidio se dibujó en su rostro.

—Lo siento, pero esta vez no voy a poder. Ya he quedado con alguien —respondió, intentando sonar casual.

Giovanni frunció el ceño.

—No me digas que quedaste con ese hombre que vino esta mañana.

—Bueno… —dudó ella— tengo algunos asuntos pendientes que resolver con él. Pero en cuanto los cierre, tomaremos caminos separados y todo volverá a la normalidad.

Giovanni la miró con seriedad, como si intentara medir cuánto había de verdad en sus palabras.

—Alessia… si en algún momento necesitas ayuda, si necesitas a alguien que te a