Rowan se quedó completamente sorprendido ante la reacción de Nadia. Aquellas palabras frías, tajantes, tan distantes, no eran las que había esperado escuchar. Durante todo el tiempo que la buscó, imaginó muchos escenarios para su reencuentro, pero ninguno como ese. La mujer que tenía delante ya no era la misma joven que alguna vez había amado y malinterpretado con torpeza. Era alguien más fuerte, más segura, con una determinación que lo desarmaba.

—Nadia… —pronunció—. Sé que estás enojada conmigo, lo siento en tu mirada y en tus palabras. Pero yo no quiero solo que pronuncies un perdón vacío… quiero ganarme tu perdón de verdad.

Nadia lo observó con un brillo distante en los ojos, como si sus palabras no lograran atravesar la coraza que había construido durante esos años.

—Ya te lo he dicho, Rowan. Te perdono —repitió ella, con la misma calma.

Rowan negó con la cabeza lentamente.

—No es de corazón —señaló—. Sé que todavía me guardas rencor.

Nadia desvió la mirada hacia la ventana del