El informe médico está sobre la mesa. Cuatro hojas perfectamente ordenadas, con palabras que debería leer con alivio: “evaluación favorable”, “mejoría clínica”, “opción de traslado internacional”.
Pero no puedo. Porque no lo sabía.
No lo firmé.
No estuve en la decisión.
—¿Desde cuándo planeabas esto? —mi voz tiembla mientras sostengo el papel entre mis dedos.
Liam está de pie frente a mí, el rostro sombrío. Viste de negro. Traje perfecto. Control absoluto.
Excepto en los ojos.
Ahí, hay tormenta.
—Desde hace semanas —admite—. Cuando la situación de Camila se complicó… hablé con mis contactos. Es la mejor clínica para su recuperación, Zoé. Tiene todo lo que ella necesita.
—¿Y yo? ¿Qué soy yo? ¿Una figurante en la vida de mi hermana?
—No, claro que no…
—¡Pero no me lo dijiste! No me preguntaste si ella quería irse. Si yo quería. Si siquiera podríamos pagar algo así sin ti. Solo… decidiste.
—Lo hice porque puedo ayudar. ¿Es eso tan malo?
Le lanzo una mirada afilada. No es solo lo que hizo