—¿Qué pasa contigo, niño?¿Por qué no te mueves?¡Vamos que no tengo todo el día y esta horrible lluvia no me gusta nada!— amonestó molesta Roxana sin dejar de insistir en hacerlo mover del lugar.
Lawrence echó la cabeza hacia atrás, en busca de algún posible apoyo por parte de Audrey. Pero tuvo que desistir de cualquier esperanza al darse cuenta enseguida de que este, poco y nada haría por él.
«¡Madre mía!¿En qué lío me he metido?»
Se lamentó en su interior al verse tan solo contra su propia tía. Ni siquiera Lorette tenía en mente ayudarlo y, en ese momento, se estaba desternillando de risa a sus espaldas. Merecido lo tenía y muy bien lo sabía.
«Te lo dije, corazón… tarde o temprano tendrías que afrontar estás consecuencias ¡Vamos! ¿Dónde está mi toro bravo ahora?¡Viéndote así, pareces un chiquillo asustado!¿Y tu valentía?¿Dónde ha quedado?»
Intentó pujar Lorette que creía saber con exactitud lo que lo estaba reteniendo de moverse de su sitio. Pero, eso no funcionó. Simplemente, él no