Sorprendía con qué la simpleza había conseguido conocer la verdad sobre la desaparición de Helena, quien había sido su madrina.
También, se sorprendió a sí mismo sintiendo algo similar a la envidia al ver la diferencia que lo separaba de esos mestizos: a ellos, su padre, sí los había reconocido. No como a él, que consiguió sobrevivir gracias a la buena voluntad de personas ajenas a su madre.
Saberlo y ser consciente de eso, incomodaba. Necesitaba sacarse a ese niño de encima si lo que quería era no meterse en problemas que no eran de su incumbencia.
—¡Oye, calma, chavó! ¡No tienes nada de lo que preocuparte! Los errores de tu tío no saldrán de aquí. Te lo prometo, tu abuelo no se enterará de nada. — intentó asegurar mientras se esforzaba por sonreír — Así que ¿Por qué no te vas a jugar con los otros niños? ¡A qué la estás pasando muy bien!¿Verdad?
Sus intenciones eran buenas, nada más quería tranquilizarlo y que se olvidara del asunto y lo dejara tranquilo. Pero, tarde recordó que