Debí preguntar qué hacía ese hombre ahí, como llegó a este lugar, que le estaban haciendo, pero las palabras se me quedaron atoradas en la garganta, como si un candado se hubiera cerrado sobre mis cuerdas vocales.
Mi mente no creía lo que veía. Tardé en procesarlo a pesar de la escena tan obvia que tenía en frente, pero al final me di cuenta:
“Derek estaba torturando al señor Martín”.
―¿Qué haces acá? ―dijo Derek con brusquedad.
Vino en mi dirección. Era el vino reflejo de la violencia y la sed de venganza.
Lo primero que pensé es que debí huir, pero estaba congelada. Mis piernas no me respondían.
Quedó a mi altura, viéndome de pies a cabeza. Se detuvo al mirar mi rostro. Sus ojos fríos me miraban fijamente, me estaba examinando.
Extendió su mano en mi dirección. T