―¿No vas agradecer? ―hablé mientras quitaba el vendaje sucio.
―Gracias ―dijo tras un lloriqueo.
―Duele, ¿no? ―Estaba de espalda a él, lavando mis manos―. Te sientes impotente y asqueroso mientras que la persona que se encarga de lastimarte te exige agradecimiento por su supuesta misericordia. Yo te entiendo muy bien. ¿Recuerdas aquellas veces donde no lograba recolectar el dinero para pagar la cuota? ¿Recuerdas como me golpeabas con tus secuaces y me dejabas tirada con moretones? ¿Recuerdas como me exigías agradecerte porque pudiste “tratarme peor” y debía sentirte aliviada que solo me golpearan?
Cerré los ojos al recordar todo eso. Y lo peor, es que en mi mente, si estaba agradecida. Había logrado domarme por completo, romperme. Recuerdo pensar: “Hoy no me fue tan mal, no terminé vomitando por una contusión”, “pudo tratarme peor, pero est&aac