Desde hace un año Gabrielle estaba enamorada de Leonardo Belmonte, un millonario playboy. Ella pensaba que su sinceridad y su amor podrían dar calidez a su frío corazón, pero no esperaba descubrir que, tras quedar embarazada, que Leonardo no tenía intenciones de casarse. Ella no le confesó el secreto que tenía y decidió marcharse con el corazón destrozado. Después de dar a luz, su bebé fue robado por un miembro de su familia. Gaby casi se vuelve loca del dolor. Leonardo, cuando vio que Gabrielle lo había abandonado, descubrió cuan enamorado estaba de ella, la buscó por todos lados, pero no lo consiguió. Cinco años después. Leonardo y Gaby en una fiesta se encontraron por accidente. Ella llevaba una máscara y bailó con él y descubrió que sus sentimientos por él seguían intactos, pero al verlo acompañando de una mujer y un niño, su esperanza se rompió nuevamente. Pero Leonardo la había reconocido y esta vez él no estaba dispuesto a dejarla escapar otra vez.
Leer másEncerrada en el baño, Gabrielle no apartaba la mirada de la prueba de embarazo que tenía enfrente, llevaba más de media hora sentada sin moverse y poder dejar de mirar las dos rayas rosadas que se erguían orgullosas recordándole en el gran problema en el que estaba medita, justamente esa noche, donde ella quería que todo fuera perfecto. ¿Por qué tenía que ocurrirle eso a ella? ¿Por qué en esos momentos, en lo que se encontraba tan feliz con su vida y sobre todo con él?
Escuchó unos toques en la puerta.
—Gaby date prisa, que Leonardo está por llegar.
La joven se limpió las lágrimas, cogió la prueba de embarazo y la tiró en el bote de la basura, se limpió la cara y se retocó el maquillaje.
Inspiró y exhaló varias veces antes de salir y saludar a las personas que se encontraban afuera.
Esa noche era el cumpleaños de Leonardo, ella había preparado ese agasajo para él, quería sorprenderlo, pero la vida la había sorprendido a ella.
Leonardo Aristizábal, era el hombre del que estaba completamente enamorada, llevaban un romance secreto, en pocos días se cumpliría un año de su primer escarceo amoroso, ella no solo admiraba a ese hombre por su inteligencia, sino también por su generosidad, fue él, el único que le tendió la mano cuando su familia la echó a la calle sin ninguna contemplación, siendo apenas una jovencita.
Leonardo le dio abrigo en su casa, y siempre la trató como a una igual, al principio él la miraba como una niña, mientras que ella desde el primer momento suspiraba ante su poderosa presencia. A medida que Gaby fue haciéndose mujer, Leonardo no pudo evitar sentirse atraído por ella, hasta que finalmente una tarde la invitó a salir y ya después de esa noche, les fue imposible separarse, ella no solamente lo admiraba, sino que estaba completamente enamorada de él.
Gabrielle había pasado el mejor año de su vida a su lado, amándose con locura, Leonardo le había robado el corazón y su alma por completo, pero no todo era perfecto, el heredero de los Aristizabal le tenía fobia a las relaciones a largo plazo, siempre había sido muy enfático al decir que en su vida no deseaba ningún tipo de compromisos sentimentales, no quería matrimonio y mucho menos hijos, ella que lo conocía a la perfección conocía su fobia a esos temas, ella aceptó sus condiciones sin ningún problema, se conformaba con estar con él, para ella eso era suficiente. Pero ahora un mal cálculo en la dosis del anticonceptivo le daba una vuelta a su vida.
El salón de la casa de los Aristizábal se encontraba repleta de personas, Gaby saludaba a familiares y amigos de Leonardo, sonreía y simulaba estar tranquila, pero su mente seguía clavada en las dos rayas rosadas.
El ruido potente de un vehículo les indicó que él agasajado de la noche acababa de llegar, por lo que Gaby y los invitados corrieron a ocultarse para sorprenderlo a su llegada.
Esperaron unos minutos y la puerta se abrió, los invitados hicieron la habitual algarabía, sorprendiendo completamente a Leonardo.
Por unos instantes la chica olvidó su gran problema y se abocó a agasajar al hombre que amaba, en hacer que él disfrutara de la fiesta que había preparado en su honor.
Pero Gaby al poco tiempo se dio cuenta de que Leonardo no se veía lo suficientemente contento con aquella reunión, ella lo observó con deteniendo, estaba tan guapo con su traje negro, su elegancia siempre la seducía, la chaqueta se ajustaba a sus hombros fuertes, un conjunto hecho a medida, un Armani por supuesto. Bajo la camisa y la chaqueta se insinuaba un cuerpo vigoroso, una pared de músculos que se encontraban allí escondido y que ella cada noche recorría con su boca y sus labios, los ojos verdes de Gaby siguieron recreándose en él, hasta que contempló su rostro adusto y sombrío.
A pesar de que saludabas a las personas con una mueca de sonrisa, a simple vista se notaba la tensión en su postura, evidentemente él no estaba muy contento.
Ella se le acercó y lo felicitó, tratando de guardar la distancia para que nadie se enterara de lo que pasaba entre ellos, aunque muchos ya sabían que existía una relación entre ambos, era un secreto a voces.
—Felicidades —Le dijo Gabrielle, sonriendo, obnubilada por su presencia, Leonardo era un hombre de un metro noventa de altura, se veía esa noche tan espléndido, tenía la mandíbula recién afeitada, y su piel clara era impecable, ella se moría por besarlo.
Él agarró su cintura con sus enormes manos, clavando los dedos en su piel, el contacto visual era suave, pero a la vez ardiente y duro, le dio un beso en la mejilla y su boca la recorrió hasta posar sus labios en la oreja y le susurró que necesitaba hablar a solas con ella.
Aunque lo intentaron no pudieron escaparse porque era muchas las personas que quería saludar a Leonardo y compartir con él, un poco más tarde se dio la oportunidad y al fin pudieron estar solo.
Al verla, Leonardo no perdió tiempo y la tomó entre sus brazos, lentamente deslizó una mano hacia mi nuca y le sostuvo la cabeza. Clavó los ojos en los labios carnosos y rosados de Gabrielle, pero no la besó al instante, sino que prolongó el momento, provocándola, como siempre hacía, volviéndola loca de deseo, luego muy despacio puso su boca en la de ella y la besó, enviando sus deliciosos y calientes jadeos directos a su boca. Al principio la torturó con contacto inicial suave y lento, después su beso aumentó la pasión con una intensidad desbordada, Leonardo le pasó los dedos por la nuca y estrechó el abrazo, mientras que, con la otra mano, le tocó los pechos, masajeándolos con agresividad y rozando el pezón a través de la tela con el pulgar.
El beso fue subiendo de tono, tanto que estaba perdiendo la cordura, cualquiera podía encontrarlos allí, así que Gabrielle cortó el beso poco a poco.
—¿Qué pasa? —Le preguntó él con el ceño fruncido.
—Alguien puede vernos.
—No me importa, ya que has preparado esta celebración, por lo menos déjame recrearme en mi regalo, que eres tú.
Gabrielle se giró para ver si no venía nadie, momento que Leonardo aprovechó para agarrar por la cintura nuevamente a la chica y la pegó a su cuerpo, ella sonrió y recostó la cabeza en su pecho.
Las dos rayas rosadas regresaron a la mente de Gaby, ella aprovechó ese momento en el que se encontraban relajados y tranquilo para probar a Leonardo y saber a dónde estaba parada en la relación.
—¿Te ha gustado la sorpresa? —Preguntó con inocencia.
—Ya sabes que esta fecha, me disgusta —le dijo le besándole en cuello, para luego agarrar su vaso de whisky y lo bebió de un solo trago, eran varios los que ya había bebido ese día.
—Pensé que sería buena idea celebrarlo, de vez en cuando necesitamos hacer cambios en la vida y por qué no, también cambio de ideas.
—Sigo pensando exactamente igual, este es un día de m****a, no hay nada que celebrar y mis ideas siguen siendo exactamente las mismas —Respondió él en tono serio.
—No puedes seguir siendo un hombre tan solitario, quizás ya es hora, vayas pensando en un futuro, no es bueno tanta soledad.
—Me gusta estar solo.
—¿No deseas tener tu propia familia, un matrimonio feliz, hijos? —El corazón de Gabrielle latía enloquecido, nerviosa, cogió su copa de champaña que había dejado olvidada y bebió un poco para calmarse y esperar con ansia la respuesta de Leonardo, con esperanza esperaba esa respuesta que lo cambiara todo, quería confiar que todo ese año que habían pasado juntos amándose, fuera suficiente para que Leonardo cambiara su manera de pensar, al menos un poco.
—¿A qué viene esto ahora? —Preguntó él contrariado —Ya sabes lo que pienso de ese tema, nada ha cambiado. El matrimonio no es para mí, no estoy interesado en lo absoluto y menos tener hijo, es lo último que deseo en mi vida —él clavó los ojos sobre ella y la escudriñó —¿No te estarás haciendo falsas ilusiones con esta relación? Porque estarías cometiendo un grave error.
El voyerismo es el arte de ver sin ser visto, pero cuidado, ¡puedes terminar viendo algo que no querías!La intriga se adueñó de Esperanza. ¿Por qué carajos habrá vuelto Gabrielle después de tanto tiempo? ¿Qué coño estaba sucediendo en realidad? Sus interrogantes quedaron en pausa cuando el coche de Leonardo se detuvo frente al pórtico principal de la mansión. Con la mirada clavada en ellos, pudo ver cómo él ayudaba a Gabrielle a apearse del vehículo, al mismo tiempo que sostenía a Emiliano en brazos.Esperanza estaba que trinaba. Anhelaba salir de su habitación, bajar al estacionamiento y expulsar a esa arpía de una vez por todas, pero no podía, aunque no estaba dispuesta a que Gabrielle volviera a enredarse en sus asuntos, ya que sabía que esa perra solo traería consigo la desgracia y la decepción. ¡Maldita sea! Esperanza había construido una vida a su manera, a punta de sacrificios y esfuerzo, pero ahora esa sabandija de Gaby venía a joder todo lo que había logrado. ¡Qué fastidio!
Los celos por alguien que no te corresponde son como intentar hacer una tortilla sin huevosDespués que Esperanza se marchó, Gabrielle continuó simulando que estaba arreglando unos papeles, mientras seguía escuchando la conversación de Leonardo y Horacio, pero sin quitarle la mirada de encima al chiquillo que revoloteaba por la oficina.Emiliano la vio y se acercó a ella con pasos vacilantes, sosteniendo con fuerza un pequeño coche de juguete en su mano derecha. El niño tenía los ojos curiosos y brillantes, y parecía fascinado por la presencia de la nueva asistente de su padre.Gabrielle se mantuvo rígida en su lugar, sin saber cómo reaccionar ante la proximidad del niño. Podía sentir la angustia y la tristeza acumulándose en su pecho, mientras su mente se llenaba de recuerdos dolorosos de su propio hijo.Emiliano, sin embargo, no parecía notar la incomodidad de Gabrielle. Se detuvo frente a ella y le ofreció el coche de juguete con una sonrisa tímida en su rostro. Ella tomó el juguet
Horacio, sintiendo la tensión en el ambiente, decidió intervenir para aliviar la situación. Se dirigió a Leonardo y le dijo con una sonrisa: —Leonardo, felicidades por tu nueva asistente. Si no la hubieras contratado, yo mismo la hubiera llevado a mi empresa—, dijo con una sonrisa pícara. Gabrielle no pudo evitar sonreír a escondidas ante el comentario de su amigo, pero notó que Leonardo no pareció muy agradado por la manera en que Horacio hablaba de ella. —¿De qué querías hablarme? — preguntó Leonardo, tratando de cambiar de tema. Horacio miró a Gaby y esta le guiñó un ojo disimuladamente, indicándole que siguiera solo e improvisara. —Mi socia y yo queríamos tener una reunión contigo, para hablar sobre una posible inversión en nuestra empresa textil. —¿En qué consiste tu oferta?—preguntó Leonardo. Gaby los miraba de soslayo, mientras prepara los cafés. —Fabricamos ropa de alta calidad y tenemos una gran demanda. Hemos estado creciendo y necesitamos inversión para expandirnos—
Una vez que Horacio se marchó, Gabrielle se dirigió a su habitación y revisó su armario, donde buscó un vestido negro que sabía que le quedaba perfecto. Después de unos minutos, lo encontró y comenzó a vestirse lentamente, con movimientos mecánicos y sin prestar atención a los detalles. Una vez que terminó, se sentó en la cama y encendió la televisión. Las noticias estaban en todas partes: periódicos, revistas, programas de televisión y radio. Todos hablaban de Leonardo Aristizabal y su nuevo hijo, fruto de una relación con Esperanza. Fue cambiando de canal, hasta que lo dejó en uno que habitualmente veía. La presentadora hablaba sobre la vida amorosa de Leonardo, mientras mostraban fotografías de él y Esperanza en distintos lugares. Gaby no pudo evitar sentir una punzada de celos al verlos juntos, pero trató de ignorar ese sentimiento y enfocarse en su próximo objetivo. Una vez que salió de su departamento se dirigió al consorcio de los Aristizábal, allí se encontraría con Horacio
Gabrielle yacía en la camilla de hospital, con su cuerpo inmóvil y la mente en un estado de confusión. Todo en el lugar era lúgubre y tétrico, como si la muerte estuviera acechando en cada esquina. El doctor que atendía el parto estaba a su lado, entregándole a su hijo y colocándolo en su pecho. Ella sonrió y lo abrazó con fuerza, sabiendo que algo malo estaba a punto de suceder.De repente, el abuelo de Gabrielle apareció en la habitación. Intentaba arrebatarle al bebé que lloraba desconsolado en sus brazos. Juan del Pino repetía una y otra vez que ella nunca sería una buena madre, que él no lo permitiría. La tensión en la habitación era palpable, como si la oscuridad se estuviera tragando todo lo que estaba a su alrededor.De repente, el niño que tenía en brazos se convirtió en el hijo ilegítimo de Leonardo. Gabrielle gritó y luchó por su hijo, pero todo parecía estar perdido. Se despertó con el corazón agitado y lágrimas en los ojos, su cuerpo temblando de miedo. Esta pesadilla la
—¿Papá, es malo que yo te llame papá? — preguntó Emiliano con la voz temblorosa. Leonardo lo miró con ternura y le acarició el cabello con suavidad. —No, chiquitín, no es malo. Tú eres mi hijo y yo soy tu papá— respondió con seguridad en su voz.Emiliano frunció el ceño y lo miró con curiosidad.—Pero Esperanza me dijo que, si la obedecía en todo, ella sería mi mamá. ¿Eso es verdad, papá? — preguntó con cierta angustia. Leonardo sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su hijo. ¿Cómo había permitido que Esperanza manipulara de esa manera a su hijo? Se prometió a sí mismo que no volvería a permitir que eso sucediera.—No, hijo, Esperanza, no es tu mamá, no, tampoco lo será— explicó Leonardo. —Ella es una amiga muy cercana, pero no tiene ningún derecho a decirte esas cosas.Emiliano asintió con tristeza y se aferró a su padre con fuerza.—No me gusta Esperanza, papá. No quiero que sea mi mamá—confesó con lágrimas en los ojos.Leonardo lo abrazó con fuerza y le susurró p
Último capítulo