Giovanni se apoyó en el barandal del segundo piso, con los nudillos blancos de tensión. Desde allí, tenía vista directa al corazón de la casa. El movimiento era inusual. Inquietante. Los hombres de Dante iban de un lado a otro, con pasos veloces pero contenidos, sin hablar entre ellos más de lo necesario. El ritmo era exacto. Metódico. Ensayado. Como si algo hubiera sido activado sin aviso.
La atmósfera se sentía distinta.
Entrecerró los ojos.
Vio a Svetlana caminando al lado de Ásgeir, intercambiando palabras en tono bajo pero intenso. Luego, Versano apareció junto a Erik, que sostenía una tablet. Cruzaron un par de frases. Miradas rápidas. El gesto en sus rostros no dejaba lugar a dudas: algo estaba sucediendo.
Y, una vez más, a él lo habían dejado al margen.
Giovanni sintió cómo el calor subía por su garganta, anidándose en la mandíbula. Frunció el ceño.
Desvió la mirada hacia abajo, intentando encontrar algún patrón más en el caos organizado.
Vio a Olivia y Enzo cruzar el pasillo.