Minutos antes...
El llanto no sonaba más. No porque se hubiese terminado el dolor. No porque las heridas hubiesen sanado. Sino porque ya no quedaba nada que doliera sin pudrirse por dentro.
Svetlana estaba sentada al borde de la cama, con la espalda recta, las piernas juntas, las manos entrelazadas sobre las rodillas. Aún tenía el camisón puesto, ligero como un suspiro. La habitación estaba en penumbra. Solo el fuego de la chimenea lanzaba sombras danzantes contra las paredes. Cada chispa parecía un latido viejo, uno que ya no le pertenecía.
Durante días —no—, semanas, su vida había sido un abismo. Una caída interminable. Nadie sabría jamás cuántas veces se quebró por dentro, cuántas veces quiso no despertar, cuántas veces se preguntó si seguir viva era una forma más de castigo.
Dante había intentado de todo. Silencios pacientes. Presencias constantes. Flores nuevas cada mañana. Noches enteras abrazándola sin pedir nada. Psicólogos de renombre, especialistas en trauma, médicos, sesion