Un nuevo día en el mundo de los Bellandi llegó. La mañana había comenzado con una calma tensa en la Villa Bellandi. El cielo, cubierto por una capa gris de nubes bajas, parecía presagiar que algo se avecinaba. Dante estaba en el despacho, de espaldas a la puerta, observando a través del ventanal cómo las hojas caían sobre el empedrado húmedo del jardín. Tenía el vaso de whisky intacto en la mano. No lo había tocado. Solo lo sostenía.
Entonces, la puerta se abrió sin previo aviso.
Fabio entró con paso decidido y una carpeta bajo el brazo. Su rostro, normalmente sereno, traía hoy un gesto que no se veía desde los tiempos de guerra.
—Tenemos que hablar —dijo, sin esperar invitación.
Dante no respondió. Solo se giró lentamente, con la ceja alzada.
—¿Es sobre Versano?
—Sí, pero primero quiero hablarte de algo más—respondió Fabio, y dejó caer una carpeta sobre el escritorio.
Dante entrecerró los ojos. Fabio se acercó.
»¿Te dice algo el nombre Alessandro Bellandi?
Por un instante, Dante se q