Una semana antes...
La luz artificial de la comisaría caía en haces pálidos sobre los escritorios de metal, manchados por el tiempo, el sudor y el tedio burocrático. El reloj en la pared marcaba las 8:43 a.m., pero para Luca Versano, el día había comenzado muchas horas antes.
Con el abrigo oscuro aún sobre los hombros, atravesó la sala principal con paso decidido, sorteando el ruido de teclados y teléfonos. Llevaba el sobre marrón bajo el brazo, el mismo que había reposado sobre su escritorio durante toda la noche. El mismo que había taladrado en su conciencia noche tras noche.
—Riccardo —llamó, su voz grave, contenida.
El hombre al que se dirigía levantó la vista desde su escritorio, un rostro anguloso, con barba de tres días y mirada sagaz. Riccardo Ventura era su compañero en la unidad antimafia desde que fue promovido.
—¿Qué pasa? —preguntó, sin bromas, notando la expresión en la cara de Luca.
—Necesito que veas algo. Pero no aquí.
Veinte minutos más tarde, estaban en el archivo