Capítulo 78: Inquietantemente Familiar.
La mañana amaneció tibia y silenciosa. Lía, aún con el corazón agitado por todo lo ocurrido la noche anterior, trataba de recuperar la calma mientras preparaba el desayuno de los niños. Lucía reía en la mesa, intentando untar mermelada sobre una tostada, mientras los otros pequeños dormían placidos.
El aroma del café recién hecho llenaba la casa.
Era una escena sencilla, casi perfecta… pero en el fondo, Lía no podía librarse de la angustia que la acompañaba desde hacía días.
Se miró en el espejo del pasillo mientras se abrochaba la blusa. Tenía el rostro cansado, los ojos hinchados por el llanto de la noche anterior, pero algo en su mirada había cambiado: había decisión.
Nicolás Cancino había prometido ayudarla. Y, aunque no entendía del todo por qué confiaba en él, su sola promesa la mantenía en pie.
Esperaba a la niñera para poder salir al trabajo cuando el timbre sonó.
—¡Ya va! —gritó, limpiándose las manos en un trapo de cocina.
Abrió la puerta… y el aire pareció detenerse.
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