Capítulo 71: Usted mismo la echó.
Lía se levantó temprano.
A pesar del cansancio acumulado, su mente estaba decidida.
Preparó a los niños con cuidado: vistió a los gemelos con ropita limpia y peinó a Lucía, que no paraba de hacer preguntas sobre su abuela.
Luego, con manos temblorosas, buscó la dirección de la clínica que le había dado doña Maruja y llamó a un taxi.
Mientras el vehículo avanzaba por las calles húmedas de la ciudad, Lía miraba por la ventana con el corazón encogido.
No sabía qué iba a encontrar, ni si su madre la recibiría con cariño o con reproches.
Solo sabía que tenía que verla.
En ese mismo momento, lejos de allí, Nicolás recorría los pasillos vacíos de la hacienda.
La casa se sentía distinta desde que Lía se había ido: sin risas, sin vida, sin el calor de los niños.
Preguntó a la servidumbre si sabían algo de ella, y una de las empleadas, con voz temerosa, respondió:
—Se marchó, señor… Usted mismo la echó.
Nadie sabe a dónde fue.
Nicolás bajó la mirada, con el alma hecha trizas.
El eco d