Capítulo 72: Destruir a esa Mujer.
Las palabras parecieron calmarla un poco.
Ceida se quedó mirando a Lía con una mezcla de tristeza y amor, como si por fin comprendiera que su hija, aquella niña que un día echó de casa, ahora era la mujer que la sostenía.
Un enfermero se acercó, indicando que el tiempo había terminado.
Lía se puso de pie, besó la frente de su madre y la miró a los ojos.
—Voy a volver, te lo juro —dijo en voz baja—. Esta vez no te voy a dejar sola.
Ceida asintió con un débil movimiento de cabeza, mientras las lágrimas seguían cayendo por su rostro.
Cuando Lía salió con sus hijos al pasillo, el silencio del lugar se le clavó en el pecho.
Sabía que había prometido más de lo que podía cumplir, pero también sabía algo más: no descansaría hasta ver a su madre libre… y recuperada.
Lía seguía pintando.
El arte se había convertido en su refugio, su desahogo y, al mismo tiempo, su arma silenciosa contra la adversidad.
Trabajaba cada noche, cuando los niños dormían, y el silencio le permitía escuchar los s